In Out

pimlicoEn estos días se ha hablado de fronteras, de nacionalidades, de euros, de pensiones, de derecho a decidir… incluso de la liga de fútbol, pero creo que nada de bibliotecas. No es nuevo, tampoco cuando hay elecciones generales se habla de bibliotecas. De hecho, parece que sólo hablamos de bibliotecas los bibliotecarios. Y como tales, cómo no iba a preocuparnos la mermada situación en que quedaría el conjunto de bibliotecas del estado sin la participación de un grupo de ellas, las catalanas, que durante el siglo XX han sido protagonistas del actual devenir del sistema bibliotecario español. En el terreno de las ciencias de la salud, a ellas debemos la celebración de dos Jornadas Nacionales (Barcelona y Terrassa) más haber sido un ejemplo de organización y desarrollo para los demás (ahí tenemos al GICS, con sus diez años a la espalda). Sin olvidar los fondos bibliográficos de universidades y hospitales, que son un referente y un recurso en nuestras consultas diarias para atender las necesidades de nuestros servicios de obtención de documentos.

En una hipotética escisión de Cataluña, ¿tendríamos que prescindir del saber, del buen hacer y de la colaboración de unas bibliotecas de peso y prestigio? ¿Cómo configurar unas nuevas relaciones bibliotecarias en un nuevo marco político y geográfico? ¿La legalidad vigente permitiría solicitar y suministrar artículos como si tal cosa entre las bibliotecas situadas al norte y al sur del Ebro? Se trataría de una situación inédita pues, salvo que me traicione la memoria, no existe una red establecida de colaboración e intercambio de recursos con los sistemas bibliotecarios de nuestro entorno. Ni en el C17 ni en el GTBIB, por poner algunos ejemplos, participan a día de hoy bibliotecas portuguesas o francesas, por hablar de las más próximas. Y en cierta medida es lógico, pues se trata de sistemas de organización nacionales. Lo cual no deja de ser un anacronismo en el marco de una Unión Europea que presume de construir interrelaciones entre sus miembros.

¿No sería hora ya de pensar la construcción de una red de bibliotecas europeas de salud que compartieran similares servicios y funciones? Bien es cierto que esas relaciones existen, por ejemplo con la British Library o con las bibliotecas (alemanas, suizas y austriacas) asociadas a Subito, pero son más bien asimétricas, no hay reciprocidad, pues tan sólo unas solicitan y otras suministran. El asunto no sería fácil, por supuesto, y lo primero y más complejo sería elegir el modelo ideal. ¿Uno centralizado, constituido por una red de bibliotecas nacionales que canalizaran esos servicios comunes? ¿O uno descentralizado, con cientos, si no miles de bibliotecas, interrelacionadas entre sí en una maraña de compleja organización, aunque más participativa?

Sueños. En el fondo, elucubraciones prematuras, pues muchos hay, al sur de los Pirineos, que aún tenemos que barrer nuestras casas y ordenar nuestros muebles. De momento, y estamos a miércoles, las bibliotecas estamos donde estábamos el sábado.

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English only

cuandoEn otros tiempos el mundo (occidental) hablaba latín, luego español al acercarse las dos orillas del Atlántico y cuando la revolución política, industrial y tecnológica avanzó por Europa, eran el francés y el alemán las lenguas de la ciencia, y París y Berlín los centros del universo (occidental). La Segunda Guerra Mundial se llevó por delante el sistema establecido y hasta que venga a otro idioma a sustituirle en este siglo o en el venidero (¿el chino?, ¿el español?) es el inglés la lengua dominante. Medline, como producto anglosajón que es, así lo ha entendido desde hace mucho tiempo, pero sobre todo desde que domina la faz de la Tierra con su versión web.

Sin embargo, parece que algo se mueve en Dinamarca (como diría aquel) pues PubMed ha decidido, a partir de este verano, comenzar a titular en su idioma original aquellos títulos que soportaban el baldón de “Not Avoidable”: esto es, que ni estaban traducidos al inglés (porque en aquellos tiempos anteriores a 1966 aún no se pedía título, resumen y palabras-clave en ese idioma a los autores que escribían en alemán, francés, español o portugués) ni los documentalistas y bibliotecarios retrospectivos de la National se han molestado en copiar, letra a letra, estos títulos en su idioma original. En tiempos del CD-ROM era frecuente la identificación del título original, pues se le daba tanta importancia a éste como al título traducido. Pero en tiempos de la globalización de Internet, el inglés se merendó al resto de lenguas en forma de corchetes, siendo tan sólo posible identificar el título original en otro idioma acudiendo al formato MEDLINE a través del TT o título transliterado (otra broma de PubMed, pues de transliterado no tiene nada). Si prospera esta tendencia, ojalá con el tiempo puedan verse también en los formatos Summary y Abstract la versión de todos los títulos originales…

Tal es el apabullante predominio del inglés en PubMed que, a día de hoy, esta base de datos no es en absoluto un reflejo del papel que han ejercido otros idiomas en la historia científica del siglo XX, pareciendo que sólo, desde 1901 al 2000, se ha publicado principal y preferentemente en inglés. ¿Dónde están esos dominios del francés y del alemán durante el primer tercio del siglo XX? Si echamos un vistazo a los registros incluidos en PubMed, según idioma, la primacía del inglés es absoluta durante todo el siglo XX, incluso en la primera mitad de esa centuria. Y no hablemos del siglo XIX, del cual aparecen recogidos más de 42 mil registros en inglés, pero ninguno en alemán, francés o español). Veamos algunas cifras.

Cuando se supone que los premios Nobel de Medicina acudían a las capitales de Francia y Alemania para exponer sus avances, PubMed parece hacer olvidado. De 1901 a 1925 recoge en inglés 74.920 referencias, y tan sólo una en francés y otra en alemán; de 1926 a 1950, 313.624 en inglés, 891 en alemán, 766 en francés y, paradójicamente, 1.741 en español. Esto es, por cada artículo en alemán, en francés y en español hay, respectivamente, 352, 409 y 108 en inglés.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, con la expansión del inglés por el mundo y el declive científico del resto de idiomas, estas relaciones se han distanciado aún más. Así, en el tercer cuarto de siglo:

1951-1975  — 2.214.898 (ing.) — 379.011 (ale.) — 303.746 (fra.) — 87.631 (esp.),

lo que significa que por cada artículo en alemán, en francés y en español hay, respectivamente, 6, 7 y 25 en inglés, proporciones mucho más cercanas a la realidad que las que refleja PubMed para la primera mitad del siglo XX.

Desde el último cuarto del siglo pasadao, y ya en este siglo XXI, las diferencias se disparan y muestran bien a las claras el dominio del inglés en la ciencia médica desde hace años:

1976-2000 — 7.593.484 (ing.) — 325566 (ale.) —261.566 (fra.) — 118.375 (esp.)

2001-2015 — 10.520.5138 (ing.) —123.491 (ale.) — 133.929 (fra.) — 104.286 (esp.),

lo que significa que se ha pasado de una relación de 1/23 en 1975-2000 a 1/85 en 2001-2015 entre el alemán y el inglés; de 1/29 a 1/79 entre el francés y el inglés; y de 1/64 a 1/101 entre el español y el inglés. Parece que estas cifras de PubMed sí describen mejor la realidad científca actual (english forever), que la de principios del siglo XX, cuando a ojos de esta base de datos parecen inexistentes unos idiomas entonces en liza como el alemán o el francés. Se me ocurren dos razones. Una podría ser que en la National Library carezca de fondos de revistas en alemán y francés correspondientes al primer tercio del XX; y otra, más plausible, es que se haya priorizado en la recopilación retrospectiva de artículos de aquella época el inglés, por razones evidentes, frente a otros idiomas. O quizás todo esto del uso médico del alemán o del francés en tiempos remotos no sea más que otra leyenda urbana más, pues ya que la Biblia se escribe The Bible y Noé, Noah (Hollywood dixit) , es muy posible que desde tiempos inmemoriales haya sido siempre el inglés la lengua dominante.

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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Serpiente de verano

Mi monstruo y yo (2007)

Mi monstruo y yo (2007)

No por sorprendente era menos esperada. El desmantelamiento de la cúpula que durante estos últimos años ha dirigido desde el Ministerio de Sanidad la contratación de algunas licencias nacionales, como UpTodate o Primo, y pergeñaba el futuro de una biblioteca virtual para el sistema sanitario público permitía pensar en algún desastre futuro. Y así ha sido. En plenas vacaciones de verano descubrimos (antes de que oficialmente se dé cuenta de ello) o, más bien descubren nuestros usuarios, que no hay acceso al UpToDate. Desconociendo los intríngulis de las negociaciones que han llevado a esta situación, del hecho merece la pena sacar algunas conclusiones (al menos, personales).

1.- Necesidad de organizar un sistema nacional de bibliotecas del sistema sanitario público, como ya avanzó Fernando Rodríguez Alonso en el celebrado Libro Blanco de las bibliotecas de ciencias de la salud. Se ha hablado durante estos días de la representatividad de Rebisalud o de la red BIB-MED. El problema no es tanto que estas formas de organización y coordinación nos representen más o menos, sino que los otros entiendan que tales sistemas existen y nos representan. Al margen de la utilidad manifiesta de ambas, creo que no hay mejor representatividad que la creación de ese sistema nacional liderado por la Biblioteca Nacional (al menos más estable que las direcciones ministeriales responsables de diferentes iniciativas de crear una biblioteca virtual) y con representatividad de todas y cada una de las Comunidades Autónomas. Donde nadie se sienta excluido, donde todas las partes implicadas tengan voz y voto, y desde donde los propios bibliotecarios como técnicos especialistas (y no los políticos) puedan diseñar un sistema y seleccionar unos recursos según las necesidades del conjunto de las bibliotecas. Quizás así evitaríamos nuevas serpientes de verano y, sobre todo, conociendo quiénes encabezan este sistema nos podríamos dirigir a ellos cuando la situación lo requiera, pues ha resultado francamente difícil este verano (y hasta esperpéntico) conocer a quién o quiénes deberíamos dirigir nuestra indignación por la “caída” del UpToDate.

2.- Necesidad de competencia. Los recursos en ciencias de la salud son únicos y distintos. No es lo mismo suscribir Lancet que New England, ni una revista de urología que otra. Como no es lo mismo suscribir, a día de hoy, UptoDate que cualquier otro recurso apropiado para la ayuda en la toma de decisiones. UpToDate, y lo sabemos desde el polo sur hasta Alaska (y repito, al menos a día de hoy) es el “number one”. Dynamed, Clinical Key, Best Evidence… le siguen a la zaga, y es de esperar que pronto haya un competidor a la medida para, al menos, evitar situaciones tan correctamente empresariales como la de UpTodate, que después de haber recibido 2 millones y medio de euros por una licencia nacional ha demostrado muy poca cortesía este mes de agosto.

3.- Necesidad de evaluación. Consideramos que UpToDate es el “number one” porque así lo consideran nuestros usuarios (no hace falta contabilizar el número de llamadas y consultas que recibimos cuando no funciona su acceso) y porque así lo hemos comprobado cuando hemos hecho búsquedas. Pero, al menos que mi memoria me traicione, en nuestro país no se ha realizado ninguna investigación que evalúe para nuestro sistema sanitario los beneficios y ventajas de su suscripción en la toma de decisiones y, por tanto, en el desarrollo de una mejor asistencia sanitaria. Como tampoco tristemente se ha realizado este verano otra investigación para evaluar los perjuicios que la falta del UpToDate ha podido ocasionar a nuestra asistencia sanitaria.

4.- Que la solución no sea un problema. Llevamos años luchando por la suscripción de licencias nacionales (que democratizan el acceso a los recursos de información y disminuyen posiblemente los costes, entre otras ventajas) cuando de repente nos hemos encontrado que lo que se presuponía una solución mágica se ha convertido en un problema. Pues si bien UpTodate no es un recurso que se preste a la solicitud de documentos como ocurre con las revistas científicas, nos hemos dado cuenta que, salvo aquellas bibliotecas que no pertenecen al sistema sanitario público, nadie, pero nadie, ha tenido acceso al UpToDate durante el mes de agosto. Lo que a fin de cuentas se ha convertido en toda en un arma de chantaje por parte de los proveedores con la que presionar a los suscriptores (o todos o nadie), olvidando aquellos que la parte económica no es lo único importante pues gracias a una licencia nacional se ahorran el trabajo de ejecutar trescientos o cuatrocientos contratos anuales. No es momento de repensar la utilidad o no de las licencias nacionales, pero sí que a partir de ahora habrá que leer tres veces la letra pequeña cuando se suscriban nuevas licencias nacionales para evitar precisamente eso, que la solución sea un problema.

5.- No suscribir ni renovar nunca en agosto. Por mucho que el cuerpo nos lo pida, dado que el país se sume en los vapores veraniegos durante este mes (máxime éste de 2015, que ha sido especialmente tórrido), cualquier mes lectivo mejor que agosto para cualuir renoación o suscripción, visto lo visto. Al menos alguien habría al otro lado del teléfono.

6.- Las bibliotecas no están estáticas. Pese a la pasividad que parece esconderse tras las sólidas estanterías de nuestras bibliotecas, el “suceso UpToDate” ha demostrado que nuestras bibliotecarias no han permanecido estáticas. Iniciativas de escritos, de correos en BIB-MED y las reflexiones de diferentes responsables de bibliotecas virtuales de las Comunidades Autónomas así lo han demostrado. Con mayor razón, debido a toda la inteligencia, conocimiento y pasión de nuestros bibliotecarios y bibliotecarias, creo que es cada vez más necesaria la existencia de ese sistema bibliotecario nacional que encauce nuestras necesidades y nos dé representatividad en el sistema sanitario público.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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La canción del verano

unacitaExcepto en 2014, que se hizo esperar hasta bien avanzado el verano, con la llegada del estío llega el veredicto para nuestras publicaciones y nuestros currículums en forma de una nueva edición del JCR. Significa haber aprovechado el curso, progresar adecuadamente o volver en septiembre. Nuestras publicaciones se juegan el ser o el no ser en un mundo competitivo donde sobran muchas publicaciones y donde tampoco hacen faltan muchos de los artículos que se publican (redundantes, poco originales, poco interesantes…) pero así está montado el andamiaje del sistema de carrera profesional y así seguiremos.

Aceptando lo inevitable y este “statu quo” no estaría de más echar la vista atrás para comprobar cómo las revistas españolas se han ido asentando en este mundo ajeno (eminentemente anglosajón) de tal forma que desde 1997 (primer año que aparece desglosado en el JCR Science versión web) se ha cuatriplicado el número de revistas evaluadas, pasando así de 16 en ese año a 74 en el 2014. Hasta el año 2008 el ascenso fue paulatino, pero al año siguiente se abrieron de par en par las puertas del JCR admitiéndose entonces casi el doble, pues se pasó de golpe de 37 (2008) a 60 (2009).

Revistas españolas en JCR Science (1997-2014)

Revistas españolas en JCR Science (1997-2014)

Evolución similar ha sufrido también la élite de nuestras revistas, cuya cúspide se la han disputado estos años cinco publicaciones: International Journal of Developmental Biology (1997-2000), Histology and Histopathology (2001-2004), Drug News & Perspectives (2005), AIDS Reviews (2006-2013) y Revista Española de Cardiología (2014). En 1997, la primera revista conseguía un FI de 1,619 y llegaba a 2000 subiendo hasta el 1,963. La segunda cogía el testigo en 2001 con un 1,881 y lo dejaba con un 1,931, siendo la tercera la primera en sobrepasar la cifra mágica de 2 en 2005 con un FI de 2,159. Sin embargo, el verdadero salto sin pertiga se produjo al año siguiente cuando AIDS Reviews se alzó como la revista española con mayor FI, alcanzando un 4,022 en 2006, que con altibajos se ha mantenido hasta 2013 (4,023). Un año después, una nueva revista, la de Cardiología Española, cuya política de publicación bilingüe español-inglés parece haber surtido efecto, se alzaba con el mérito de ser la puiblicación nacional con mayor FI.

Factor de impacto de la la revita española con mayor FI en JCR Science (1997-2014)

Factor de impacto de la la revita española con mayor FI en JCR Science (1997-2014)

Curiosamente, en el polo opuesto, esto es, las revistas que entran en el JCR Science por los pelos, la inclusión de más publicaciones españolas en 2009 supuso un descenso acusado de su FI. Mientras que entre 1997 y 2008 el “farolillo rojo” de nuestras publicaciones se había esforzado por obtener mejores parámetros (pasando en 1997 del 0,067 al 0,244 del 2008), la última revista española que entró en el JCR Science en 2009 tan sólo tenía un FI de 0,061, un valor casi idéntico al de 1997, y la última de 2014 muestra unos valores similares (0,075).

Factor de impacto d ela revista española con menor FI en JCR Science (1997-2014)

Factor de impacto d ela revista española con menor FI en JCR Science (1997-2014)

Estos años observados en la web, en lo que respecta a las revistas españolas, indican un esfuerzo continuado de nuestras publicaciones por la calidad (mayor número de publicaciones y mayor factor de impacto), lo que sin duda ha redundado, redunda y redundará en la visibilidad de nuestros autores, de nuestras instituciones y de nuestras revistas en un mundo apabullado por tanta y tanta revista científica y tanto artículo.

Al margen de esta breve descripción hispana en mundo hostil, ha sido curioso observar, en relación a este nuevo JCR veraniego, cómo todos (y yo el primero, como diría Fernando VII), en correos, tuits, blogs, noticias y otras formas de comunicación de la era actual, nos atropellamos por dar la nueva información que trae este baúl de sorpresas. Que si tantas revistas, que si ésta tiene el mayor factor de impacto, que si ésta ha sido retirada, que si esta otra ha pasado del cuartil tal al cual, o que si aquella ha duplicado su factor de impacto. Etcétera, etcétera. Sin quererlo, desde las bibliotecas nos hemos convertido en pregoneros y voceros de las novedades, de los datos y de la información de un recursos único (éste del impacto), que manejamos durante todo el año para ayudar a confeccionar los CV de nuestros usuarios y para medir la producción científica de nuestro centro, y que simultáneamente estamos denostando desde que nos levantamos hasta que nos acostamos porque estamos convencidos de que no es ésta la mejor manera de medir la valía profesional de nuestros usuarios. ¿Valdría de algo el dejar de anunciar a bombo y platillo y a los cuatro vientos las novedades del próximo JCR 2015? Me temo que no. Sí valdría y mucho (pero a ver quién pone el cascabel como quien dice) construir al menos, de forma alternativa y complementaria, un factor de impacto que midiera la influencia de nuestras publicaciones desde el Cabo de Creus a Tafalla. Y, sobre todo, que internacionalmente fueran tomándose las medidas, del derecho y del revés, a otros indicadores con los que calibrar el peso de nuestros profesionales, y no solamente por las veces que  alguien nos ha leído (supuestamente) al habernos citado.

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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Reconversión bibliotecaria

sisteractMientras sigamos creyéndonos la anticuada definición que la REA hace de biblioteca (1. f. Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos.  / 2. f. Local donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura) no haremos otra cosa que ir cavando nuestra propia fosa y contribuyendo al fin de la especie. Selección natural, de la que hablaba Darwin. Muchas bibliotecas ya se han ido renovando y, entre ellas, las públicas, que hace mucho tiempo iniciaron este camino con nuevos rumbos (¡cómo no recordar a Blanca Calvo y la de Guadalajara, todo un hito, con su proyecto de cuentacuentos¡). Las especializadas nos hemos creído estar en la ola de la modernidad con nuestros repositorios y nuestros portales (y es cierto), pero con esta modernización digital no ofrecemos sino más de lo mismo (información, información, información) y hemos olvidado la otra cara de mister Hyde, la biblioteca presencial, que también existe, que sirve de referencia y consulta para no pocos usuarios y que podría utilizarse para algo más que para exponer libros o para dejar a los profesionales leer en silencio.

Hace unos días, la Fundación Germán Sánchez Ruipérez organizó en la Casa del Lector (Matadero de Madrid) una reunión de bibliotecarios innovadores, que convocó a tres profesionales con muchas cosas nuevas, inteligentes y muy poco conservadoras que contar, como la alemana Anja Flicker (de la biblioteca pública de Wuerzburg), la estadounidense Jill Bourne (de la biblioteca pública de San José, en California) y el finés Karr Lämsä. Para este último, gerente de la Biblioteca 10 de Helsinki, la biblioteca ya no es solo una biblioteca, sino sobre todo un centro cultural, donde se pueden leer libros (y no precisamente en sillas clásicas, sino también en cómodos almohadones y hamacas) pero también asistir a conciertos de música, bailar o echarse la siesta (extraoficialmente, esta última actividad ha sido siempre cosustancial a las bibliotecas desde que éstas son bibliotecas). La idea de Lämsä sobre la biblioteca actual se resume en estas palabras, publicadas en una entrevista en El País del 14 de junio: “En lugar de diseñar un espacio para acceder a contenidos, hemos creado un espacio para crear contenidos… Yo no veo la biblioteca como una sala de estar sino como una cocina, donde cada uno trae ingredientes y cada día sale un menú distinto”.

Diferentes actividades lúdicas en Library 10, según su página web

Diferentes actividades lúdicas en Library 10, según su página web

Las bibliotecas públicas han estado desde siempre a la cabeza de las innovaciones del mundo bibliotecario, pues han entendido que su cercanía al usuario es su seña de identidad. Unas bibliotecas que se han integrado en sus barrios y que son un centro de referencia. Las bibliotecas especializadas, con nuestra reconversión digital, hemos expulsado a los usuarios de nuestras salas, a las que únicamente vienen a estudiar pues el acceso al documento original lo tienen resuelto, y muy bien resuelto, mediante las bibliotecas virtuales, las claves personalizadas y los recursos electrónicos. De proveedoras de recursos externos nos hemos ido reconvirtiendo también en recopiladoras y difusión de la información generada por el centro (repositorios y portales del investigador), pero aún nos queda mucho por hacer si no queremos ser como los dinosaurios y que nos exhiban en los museos de ciencias naturales. Pues, con una única biblioteca virtual, ¿para qué queremos veinte en distintos centros hospitalarios?

No se trata de que recibamos por la mañana con una bandurria a nuestros usuarios y de que les hagamos cantar un aria o tocar la pandereta, sino de tranformar nuestros espacios bibliotecarios en generadores de cultura, sin perder nuestra razón de ser como espacios para el estudio, la información, el asesoramiento, la formación y la lectura. Hay lugar para todo. Pero espacios como nuestras bibliotecas pueden ser útiles también para la presentación de libros, artículos científicos y proyectos de investigación, para discusiones filosóficas y médico-literarias, para tertulias de actualidad, para reflexionar en voz alta sobre nuestros centros hospitalarios y nuestro sistema sanitario público, para proyecciones de cine, para enseñar cómo hacer mejor nuestros pósteres y nuestras presentaciones con prezi, e incluso para elaborar una dieta equilibrada. Reconvertir nuestra actual biblioteca presencial en un café, en una sala de estar, en un lugar de encuentros, en un salón de actos, en una marimorena, donde quepa lo uno y lo otro. Pero para todo esto debemos estar también dispuestos a vender y defender estas propuestas ante nuestras direcciones (que no es fácil) y, lo más importante, estar dispuestos a una jornada horaria móvil, pues estaría mal visto que la responsable de la biblioteca no estuviera a las 5 de la tarde en la presentación, en las propias salas de la biblioteca de los resultados del último artículo publicado en New England por el servicio de oncología.

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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Vuelve Barrio Sésamo

muppetsUnas cuantas generaciones de niños hemos aprendido a contar con Epi y Blas, hemos aprendido a diferenciar cerca y lejos, arriba y abajo, dentro y fuera con Triki y Coco. Con la rana Gustavo, ese reportero dicharachero, hemos aprendido las diferencias entre grande y pequeño, uno y muchos, delante y detrás. Aquí además nos ayudaron a ello la gallina Caponata y Espinete. Sin duda alguna también los últimos desarrolladores de novedades de PubMed han debido de aprender con las marionetas de Jim Henson y su Sesame Street.

Ya nos los anunció la pasada semana el blog Píldoras, entre otros, pero quienes hubieran hecho búsquedas los últimos días o hubieran dado clases de PubMesd se habrían percatado de la sutil diferencia que ahora aparece en la parte inferior de cada referencia bibliográfica… antes… ahora…como diría Coco.

ANTESAHORA

Durante muchos años hemos intentado tirar del hilo de las búsquedas acudiendo al socorrido “Related articles”, que sacaba de la chistera de PubMed unas cien referencias más o menos, eso, relacionadas con el artículo que habíamos seleccionado, siendo conscientes de que las últimas se parecían a la primera como un huevo a una castellana, pero como eran relacionadas…. en este saco cabía de todo. Dice la RAE que “relacionar” es “establecer relación entre personas, cosas, ideas o hechos”, y que “relación” es toda “conexión o correspondencia de algo con otra cosa”. Eso es lo que ha estado haciendo PubMed durante muchos años, establecer conexiones entre referencias cuyo algoritmo de búsqueda a los usuarios nos es desconocido, y frente al que nos sentíamos indiferentes, pues a fin de cuentas, como es tan genérico el verbo relacionar, alguna conexión había entre las referencias, cuando no de título, de autores, de materias o de palabras del resumen.

epi

Desde hace unos días, ese desarrollador de PubMed, formado con el verde Gustavo y la sonrosada Peggy, al comprobar lo generalista del término “related”, recordó los programas de su infancia y entre las nieblas de su recuerdo y de su entendimiento llegó a acordarse de aquellos dos buenos amigos, uno de naranja y otro de azul, que un buen día le intentaban explicar a él de niño que era aquello de similar: una naranja estaba relacionada con una zanahoria pero no con una pera, y un tomate era similar a otro tomate pero no a un limón, y una galleta era similar a otra galleta…. ¡Eureka! Durante años llevaba dándole vueltas a lo del “Related articles”. No sabía por qué, pero no le convencía… hasta que Epi y Triki, el monstruo de las galletas, le ofrecieron en bandeja (de galletas) la su solución. Y es que, como dice la RAE, ser “similar “ es tener “semejanza o analogía con algo”. Hablando de referencias siempre parece más concreto esto del “similar” que aquello del “related”.

Ahora no nos queda más que esperar, en un futuro no muy lejano, referencias cerca y referencias lejos, referencias dentro y referencias fuera, referencias pequeñas y referencias grandes…

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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De 22 de mayo en 22 de mayo

dandolanotaLa excusa era la presentación de un libro, o quizás ese era el objetivo y las conferencias la excusa. Es indiferente. El caso es que un año después de celebrarse en el Colegio de Médicos de Madrid las XV Jornadas Nacionales de Información y Documentación en Ciencias de la Salud (22 y 23 de mayo de 2014), la biblioteca de esta institución volvió a convocarnos en lo que puede comenzar a ser una nueva secuencia de breves encuentros profesionales: I Encuentro Bibliosalud 2015 (22 de mayo).

El evento dio comienzo con unas palabras de María José Rebollo, bibliotecaria del ICOMEM, quien nos recordó lo importante que es el contacto en las redes sociales entre los profesionales del gremio, pero sobre todo lo importante que es para todos el contacto presencial y personal que propician estas reuniones, en las que no sólo volvemos a vernos las caras sino también aprendemos con las conferencias y exposiciones de los expertos. Poco después, María Luisa Alonso (Complejo Hospitalario de Toledo) introdujo al primer conferenciante, el profesor de la Politécnica de Valencia y analista de la información en MetricSalad, Jorge Serrano (Oportunidades y desafíos de la gestión de Big Data en bibliotecas de ciencias de la salud), quien nos presentó este nuevo reto para el trabajo en las bibliotecas de salud. Tras definirnos qué es esto del Big Data y señalarnos la importancia del análisis y la explotación de los datos, nos refirió diferentes técnicas para este análisis clasificadas en dos grandes ámbitos (la estadística y la computación), nos alertó de los principales desafíos (privacidad, confianza…) y nos abrió un mundo de oportunidades donde las bibliotecas pueden decir mucho en los próximos años como emisoras, garantes, integradoras y explotadoras de datos.

bibliosalud2015Con el ánimo subido, porque como vimos no parece que nos vayamos a quedar sin trabajo en las últimas décadas con tanta explotación de datos (y eso que la mayoría somos de letras), nos fuimos a tomar un café, otra excusa como otra cualquiera para reencontrarnos con amigos y compañeros. Repuestos los cuerpos con cruasanes, napolitanas, zumos y cafés, José Manuel Estrada (Hospital Universitario 12 de Octubre) continuó con el programa presentando al médico de atención primaria Rafael Bravo (todo un médico-bibliotecario o bibliotecario-médico o ambas cosas a la vez), quien se encargó de moderar la mesa “¿Qué estamos haciendo y qué podemos hacer con las Nuevas Tecnologías?”. El moderador fue introduciendo de forma amena, aludiendo a su curriculum personal y profesional, a cada ponente, siendo la primera en intervenir Nieves González (Universidad Pablo de Olavide de Sevilla) quien, con un tono y una voz que encandilaban los oídos y unas unas infografías la mar de efectivas, nos dio todo un repaso del uso, abuso, utilidades y funcionalidades de los “almetrics” (Métricas alternativas a la producción científica en ciencias de la salud), esas herramientas complementarioas –que no alternativas- que nos permiten medir el impacto de nuestras publicaciones a través de su consumo y difusión en las redes sociales. Nos convenció de su uso y de la inserción en nuestras páginas del famoso “donuts” de colores, pero al mismo tiempo nos avisó de los retos que sus usos conlleva: necesidad de transparencia y normalización, fragilidad de los medios sociales, ausencia de los indicadores métricos a la hora de considerar la financiación de los proyectos de investigación y necesidad de consolidar los indicadores únicos de investigador (ORCID) y publicación (DOI). Y nos lanzó, como quien no quería la cosa, tres retos: formarnos los bibliotecarios en técnicas altmétricas, utilizar estas herramientas en nuestras bibliotecas y, en consecuencia, formar y asesorar a nuestros usuarios.

Como en todo bocadillo, alguien tenía que estar en medio, y el segundo turno en las ponencias le tocó a Natalia Arroyo (Fundación Germán Sánchez Ruipérez), con su tesis en vísperas, quien nos habló con aplomo, soltura y conocimiento de causa sobre las aplicaciones móviles (Hacia un ecosistema móvil en bibliotecas de ciencias de la salud), de tal forma que quien aún –pocos- no se habían comprado un móvil salieron disparados a por uno para poner en práctica las enseñanzas de la ponente. Nos presentó una realidad, que el acceso a Internet depende en la actualidad más de los móviles que de los ordenadores, y nos convenció para que fuéramos posibilitando que nuestras webs de nuestras bibliotecas comiencen a estar disponibles para su consulta en dispositivos móviles. Dio todo un repaso a este mundo móvil mencionando dispositivos, plataformas, accesorios y aplicaciones, nos recomendó geolocalizarnos e instalar en nuestras bibliotecas “beacons” (para el geoposicionamiento en interiores) y, para finalizar, nos desafió con una pregunta: ¿sabemos cómo utilizan nuestros usuarios estas tecnologías de los móviles?

La última en intervenir fue Isabel Bernal –Digital CSIC-, felizmente embarazada, quien con su presentación (Más allá del acceso abierto: nuevos servicios en repositorios de Biomedicina) nos animó a todos a poner un repositorio en nuestras vidas y, más aún, a comenzar a pensar en la necesidad de crear ya no sólo repositorios bibliográficos, sino repositorios de datos, dada la creciente demanda y consulta de todo tipo de númerios y cifras, principalmente esos materiales complementarios que los propios autores de los artículos no saben donde dejar una vez publicados sus trabajos. Y si en alguien deberíamos vernos reflejados, nos lo dejó bien claro al mostrarnos las distintas aplicaciones, servicios y utilidades que los NIH norteamericanos están desarrollando para sus profesionales (empezando por My NCBI y acabando por SciEnCV), y nos fue avisando de que ya incluso podríamos publicar en revistas exclusivamente dedicadas a los datos, por ejemplo, “Scientific Data”.

Juan Medino (Hospital Universitario de Fuenlabrada) introdujo al ya sí último conferenciante de la mañana, Luis Gutiérrez Rojas, psiquiatra en Loja, buen orador y cuasi-actor, que aunque nos afanamos desde el Organizador porque interviniera a su hora, lo tuvo que hacer unos minutos más tarde por la lógica dilatación de la interesante mesa de debate. Aunque esta circunstancia no mermó sus nervios, sino todo lo contrario, y nos ofreció una charla (“Trabajando en positivo”) que no sólo resultó muy amena y aleccionadora, sino además divertida a más no poder. Tan divertida que algunos presentes volvieron a creer en el engaño de 2014, cuando en esta ocasión no había engaño ni trampantojo, y el psiquiatra conferenciante era en verdad psiquiatra, y era en verdad conferenciante, y trabaja de verdad en Loja. Además de demostrarnos su amor por el Atlético de Madrid, entre carcajadas, sonrisas y carcajadas, nos explicó las diferencias vitales entre un pesimista y un optimista y, como quien no quiere la cosa, nos propuso diez consejos para el que quisiera oír, entre ellos, autoconocernos, que relativicemos, que aceptemos que podemos cambiar, que no estemos todo el santo día comparándonos con los demás, que hablemos más de soluciones y no tanto de problemas, que seamos sencillos, que tengamos empatía y un imposible para muchos del Madrid y del Barça, que nos hiciéramos del Atleti, para ser unos sufridores felices.

portadabibliosalud2015Lo que costó salir del Aula Jiménez Díaz, donde habían tenido lugar todas las conferencias, charlas y coloquios, y ya Pilar Barredo (Universidad Autónoma de Madrid) estaba presentando a quien iba a intervenir al final pero era la principal protagonista, Elena Primo (Biblioteca Nacional de Ciencias de la salud), pues en definitiva todo este “sarao” se había montando para presentar el Libro de Bibliosalud2015, con los textos de sus pósteres y grupos de trabajo. Como si fuera una cirujana, la presentadora diseccionó el libro de forma informal en el Hall de Orlas del Colegio, desgranando sus partes y elementos, explicando sus enlaces y disfrutando con la biografía de Santa Wiborada, patrona de libreros y bibliotecarios, cuya festividad, en clara competencia con los madrileños, se celebra cada 2 de mayo. Como guinda, y poco antes de canapés y alguna que otra bebida, un repaso fotográfico a las mejores imágenes que nos dejó Bibliosalud2014, amenizadas con algún que otro bocadillo (de cómic, que no de merendola).

Aula Jimñenez Día durante el I Encuentro 2015Bibliosalud (Madrid)

Aula Jimñenez Día durante el I Encuentro 2015Bibliosalud (Madrid)

Y después de esto, cada cual y cada quien hizo de su capa un sayo. Hubo quienes, con el mono en el cuerpo, se reunieron (los bibliometras) para seguir avanzando en el conocimiento, y quienes se fueron a comer, o se fueron a tomar unos cafés y unas cañas, o se fueron a coger el tren, o se metieron en el Rena Sofía a empaparse de cultura artística. Que felizmente, entre las bibliotecas de salud, haber hay para todos los gustos. Como dijo aquel, siempre nos quedará Madrid, en las XV Jornadas y en el I Encuentro. Y como dijo el otro, “una y no más”. ¿O quizás no?

 José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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Ellen Roche

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Error trágico (1913)

Un reciente tweet de Juan Gérvas sobre el dramático caso de Ellen Roche debería hacernos reflexionar sobre dos cuestiones: la primera, la importancia de la presencia de profesionales cualificados en las bibliotecas de ciencias de la salud (asunto que cada vez importa menos a algunos responsables, para los cuales cualquiera que haya hecho un par de cursillos de biblioteconomía está capacitado para dirigir una biblioteca hospitalaria); y la segunda, las carencias de una búsqueda bibliográfica cuando no se acude a los clásicos.

Ellen Roche, técnico de 24 años del Centro de Alergias y Asma de la Universidad Johns Hopkins, participaba en el verano de 2001 de forma voluntaria en un ensayo clínico de esta institución acerca de un fármaco, el hexametonio, contra el asma. Este medicamento se había usado en los años 1950-1960 para el tratamiento de la hipertensión, pero había sido retirado en 1972 al haberse demostrado su ineficacia contra esta patología.

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Ellen Roche era la tercera participante en el ensayo. El primer voluntario comenzó el 23 de abril, sufrió toses y falta de aire, pero fue dado de alta el 3 de mayo. El segundo voluntario no mostró ningún problema, así que el 4 de mayo comenzó su participación Ellen, inhalando el fármaco. Al día siguiente sufrió tos seca y días después hubo de ser internada por fiebre y falta de oxígeno, siendo trasladada el día 12 a una unidad de cuidados intenisivos por insuficiencia respiratoria aguda, falleciendo dos semanas después, el 2 de junio.

Las autoridades estadounidenses suspendieron todos los ensayos clínicos financiados con fondos federales que estaba desarrollando la Johns Hopkins hasta que se encontraran las causas de este primer fallecimiento de un voluntario, tras cientos de ensayos clínicos liderados por el centro. Se iniciaron procesos de revisión internos, a cargo de la propia Universidad, y externos, a cargo de la FDA (Food and Drug Administration) y la Oficina de Protección en la Investigación Humana, detectándose una veintena de errores en el protocolo de investigación, que permitieron después de múltiples informes redactar nuevas normas y procedimientos para mejorar la defensa de los sujetos participantes en los ensayos clínicos y evitar así casos similares en el futuro.

Se criticó al investigador principal por haber continuado con el estudio cuando ya se detectó algún problema en el primer sujeto, pero sobre todo que no se hubieran localizado en la revisión bibliográfica los problemas de toxicidad pulmonar asociados a este fármaco. La evaluación interna desveló que el investigador principal había realizado correctamente una búsqueda bibliográfica estándar en PubMed y en otros recursos de información, que no dió como resultado ninguna referencia relacionada con dicha toxicidad. Sin embargo, una revisión externa detectó que la búsqueda bibliográfica realizada por el IP era razonable y adecuada a los protocolos, pero de acuerdo a los parámetros de una búsqueda bibliográfica realizada por un profesional sanitario y no por un profesional bibliotecario. Varios bibliotecarios médicos a quienes se encomendó la realización de una nueva búsqueda bibliográfica sobre el fármaco identificaron varias referencias que hablaban de la toxicidad y peligros del fármaco. ¿Cómo pudo no haber localizado el IP estas referencias que parecían tan evidentes?

El problema era que estos artículos que hablaban de los efectos adversos del hexametonio se habían publicado en los años 1950, y el PubMed que correctamente había manejado el investigador principal (y estaba disponible para cualquier usuario final) ofrecía referencias a partir del año 1966, fecha inicial del desarrollo y difusión colectiva de MEDLINE. Los bibliotecarios médicos, acostumbrados a manejar múltiples y variados recursos bibliográficos (entre ellas, el llamado Old MEDLINE), conocían no sólo las limitaciones temporales de PubMed sino también las formas de buscar profesionalmente las referencias anteriores al año 1966 así como la necesidad de consultar, en muchas ocasiones, el formato impreso del hoy desaparecido Index Medicus. A raíz de este caso, la Johns Hopkins revisó y elaboró nuevos protocolos de búsqueda y revisión bibliográfica.

El caso Ellen Roche queda un tanto lejano en el tiempo (ya 15 años), y por medio un océano, pero debería servirnos para certificar al menos dos certezas. Una (que en muchas de las instituciones sanitarias de nuestro país se ha olvidado al amparo de la crisis:), la necesidad de contar no sólo con un bibliotecario en toda biblioteca sanitaria (algo que no ocurre, sin ir más lejos, en unos cuantos hospitales madrileños) sino que además este bibliotecario sea un profesional cualificado, que pueda participar en los ensayos clínicos con las búsquedas bbiliográficas, asesore a los profesionales del centro, colabore con ellos y aporte sus conocimientos en aras de una mejor asistencia, investigación y docencia hospitalarias. La segunda certeza (en la que muchos de nosotros y muchos de nuestros usuarios incurrimos), olvidarnos del pasado y centrarnos en la información bibliográfica más reciente (los últimos dos, cinco o diez años..) con la confianza de que sólo necesitamos actualizar nuestros conocimientos con la bibliografía más recientes y considerando que los clásicos ya están desfasados y superados. Esos clásicos anteriores a 1966, que pudieron quizás evitar el caso Ellen Roche, y que ahora es más fácil para cualquier usuario final encontrarlos en PubMed, donde ya se ofrecen más de dos millones de referencias anteriores a esta fecha. Hoy, en 2015, al investigador principal que dirigía el ensayo clínico sobre el hexametonio le hubiera sido más sencillo encontrar las toxicidades de este fármaco, pero sobre todo, en 2001 (y visto desde la comodidad de la distancia), qué oportuno le hubiera sido una “segunda opinión” bibliográfica a cargo de un experto bibliotecario (o bibliotecaria, por supuesto).

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Cuatro

cuatro“Esto no es evidentemente la Biblioteca de Alejandría”… con estas palabras hace ya cuatro años, un 18 de abril de 2011, aún con la resaca de las XIv Jornadas de Bibliosalud (Cádiz) en el cuerpo, comenzábamos la andadura de este blog a través del nos hemos acercado más de 200 veces a aquellos lectores que han dado con sus ojos y sus huesos en estas páginas, con la esperanza de no haberlos hecho perder el tiempo y de paso arrancarles alguna que otra sonrisa.

Un año más desde el no tan lejano abril del 14, en el que nos hemos tomado esto de la escritura con más tranquilidad, abandonado la tradicional periodicidad semanal por otra quincenal, pero en la que casi hemos mantenido nuestra palabra de atacar las redes todos los martes, después de esos lunes en los que despistados y adormilados intentamos diseñar las estrategias para afrontar la semana que se nos avecina.

Un año éste en el que hemos hablado de las ya pasadas (y felices) XV Jornadas Nacionales de Bibliotecas de Ciencias de la Salud (celebradas en mayo y que nos permitieron ver muchas caras conocidas), y también de bibliotecarias y bibliotecarios (porque son ellos y ellas quienes hacen posible el milagro de la existencia de las bibliotecas), de gifs (esas breves animaciones que repetidas hasta la saciedad pueden acabar con los nervios del más templado), del factor de impacto, de PubMed (¡cómo no!, si es que no sabríamos vivir sin ella), del maldito pago por préstamos en las bibliotecas y de las no menos malditas compulsas (que aunque nos dejen los bíceps cachas nos arrebatan de forma absurdo un tiempo precioso), de esta larga crisis que ha mermado nuestras colecciones), de besos, de premios (uno más a SocialBiblio), de eventos futuros (Madrid 2015 y Sevilla 2016), de un anacronismo como la correspondencia epistolar, de twitter, de facebook y de los nombres de las cosas… Y así nos hemos plantado en abril del 2015, en vísperas de un prometedor mayo…

Como siempre, para celebrar todos juntos este cuarto aniversario, el reconocimiento público a unos cuantos profesionales como la copa de un pino, que aunque muchos ya lo sabemos porque les conocemos, no sobra de vez en cuando decirlo en voz alta. Como lo han sido y lo son todos los que han pasado desde el 2012 por estas páginas de aniversario. Y no perdemos la esperanza de que algún año este reconocimiento venga acompañado no de un pisapapeles horroroso, sino de unos buenos chocolates, una rosa o un libro, de momento habrá que esperar. Sin más dilación, a continuación, la relación de quienes este año, según este blog, merecen con todo nuestro cariño su galardón:

sonrisas1.- Premio “SONRISAS Y LÁGRIMAS 2015″ a:
Mercedes Corrales Canel (Biblioteca del Consejería Sanidad del Principado de Asturias) por haber trabajado durante muchos años para que las bibliotecas asturianas figuren en el mapa de las bibliotecas de ciencias de la salud en España y por el buen recuerdo que aún perdura de las añoradas Jornadas de Oviedo.

redsocial2.- Premio “LA RED SOCIAL 2015″ a:
los blogs del Área Sanitaria Este de Málaga – Axarquía (Antonia María Fernández Luque), Digitalia (Matilde de la Cruz Solís) y Biblioteca Médica La Paz (María Luisa Maquedano), por acercar de forma fácil y continua la información más actual a los usuarios de sus bibliotecas.

faro3.- Premio “EL FARO DEL FIN DEL MUNDO 2015″ a:
Rodrigo Gutiérrez (Regimen Sanitatis 2.0), por sus comentarios, sugerencias y envíos de imágenes bibliotecarias, por su defensa de la sanidad pública, porque sabe escribir como pocos, y por sus conocimientos y uso de las redes sociales.

reportero4.- Premio “EL REPORTERO 2015″ a:
Julio Alonso Arévalo (Universidad de Salamanca) por sus desvelos continuos para acercar, mediante tutoriales y didácticos cursos, el manejo y uso de los recursos de información de la forma más eficiente y útil, resolviéndonos no pocas dudas en cuestión de minutos.

kwai5.- Premio “EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI 2015” a: todos los profesionales de la Biblioteca Virtual de Osakidetza, por sus 10 años de trabajo, que nos han enseñado cómo la cooperación, el trabajo en equipo y el entusiasmo obran milagros en beneficio del conjunto de las bibliotecas de salud y los profesionales del País Vasco, y en definitiva del conjunto de las bibliotecas de salud.

dos6.- Premio “DOS CABALGAN JUNTOS 2015″ a:
María José Rebollo (Biblioteca del Colegio de Médicos de Madrid), por el éxito de Bibliosalud2014, donde no sólo aprendimos muchas cosas, volvimos a reencontrarnos, nos reímos y nos sorprendieron, sino que además todos nos encontramos como en casa.

Gracias a todos los premiados por su dedicación y su trabajo, con ellos hacen mejor nuestras bibliotecas y nos hacen más fácil y mejor nuestro trabajo diario. Quedamos citados para abril del 2016.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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ANEXO: Premios 2012-2014

“SONRISAS Y LÁGRIMAS”: 
Fanny Ribes y Mª Asunción García (2012)
Mayra García Berges y María del Carmen Marugán (2013)
Pilar Barredo Sobrino y Matilde de la Cruz Solís (2014)

“ADIÓS, MR. CHIPS”: 
Ángeles Franco, Josefa Torres, Mª Luz Benedicto y Elena Esteban (2012)
Mercedes Palacios, Ana de Santiago y Wigberta Martín (2013)

“LA RED SOCIAL”: 
María García-Puente y Paula Traver (2012)
BibliogTecarios (2013)
Grup de Gestió de la Informació de Ciències de la Salut – GICS (2014)

“EL FARO DEL FIN DEL MUNDO”:
Antonia Mª Fernández Luque y María Luisa López Avelló (2012)
Sol y Eulàlia Grifol (2013)
Elena Primo (2014)

“EL REPORTERO”: 
BiblioGETAFE  y  BiblioHFLR (2012)
Píldoras (2013)
Virginia Jiménez Planet (2014)

“EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI”:
Biblioteca Virtual del Sistema Sanitario Público de Andalucía (BVSSPA) (2012)
Biblioteca Virtual de Ciències de la Salut de les Illes Balears (2013)
Bibliosaúde, la Biblioteca Virtual do Sistema Público de Saúde de Galicia (2014)

“DOS CABALGAN JUNTOS”:
SEDIC y su Grupo de Bibliotecas de Ciencias de la Salud (2012)
Jornadas Nacionales de Información y Documentación en Ciencias de la Salud (2013)
Impactia (2014)

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Más madera

joyasLas plazas, las calles, los soportales de las iglesias, las ágoras… han sido desde tiempos inmemoriales (o sea, desde hace mucho) espacios abiertos a la cultura. Con esto de Internet y del que todo vale y del que todo ha de ser gratuito (¡mal panorama para los artistas!) el adjetivo ha cambiado de orden y se habla de “cultura abierta”, de acceso abierto a la cultura.

Para facilitarnos este encuentro con la cultura, en su más amplio sentido, nació hace unos diez años el buscador web “Open Culture”, que se publicita como “the best free cultural & educational media on the web”. Fundado por Dan Colman, de la Universidad de Strandford, funciona más como blog que como base de datos, y rastrea por la gran e intrincada red recursos libres, clasificándolos según tres grandes tipologías de documentos: libros (audiobooks, textbooks, ebooks), películas (movies) y cursos (online, moocs y languages).

opencultureCon un dominio absoluto de lo anglosajón y un formulario de consulta antediluviano, uno puede encontrar casi de todo, como en botica. Con entradas registradas desde septiembre de 2006, lleva tiempo descubriendo a los internautas recursos culturales libres clasificados en unas 60 categorías, que nos llevan desde la animación a youtube, pasando por la biología, las artes o las ciencias, la filosofía, los deportes, el teatro.. Y aunque falta la medicina como categoría (no sabemos si porque no es cultura o porque mucha no es abierta), pueden encontrarse algunos vestigios rebuscando un poco. Desde un curso de anatomía a otro de la Johns Hopkins sobre salud en el adolescente, pasando por otro de virología, de la Columbia, que circula por Youtube. Así hasta más de 700 elementos educativos. Como más de 700 son los films localizados, entre otros, uno sobre la evolución (Darwin), una comedia muda (The dentist) y otra de Chaplin, The Cure, en la que Charlot acude, un poco embriagado, a un balneario donde pacientes intentan curar sus males con las aguas medicinales. No es mucho que digamos, para los músculos que despliega “Open Culture” y para la importancia de lo médico en nuestra historia y sociedad, lo cual nos hace valoras aún más nuestro Scielo, nuestros repositorios “saludables”, las emergentes revistas de acceso abierto y el ya consolidado PubMed Central, el hermano pequeño de PubMed, éste sí todo un patrimonio de la humanidad, que tarde o temprano habrá que solicitar a la UNESCO lo incluya en su larga lista, junto a Altamira, que también es cultura (aunque no open).

dentista

Pensándolo bien, quizás sea bueno un relax (con o sin cup of café con leche) de tanta medicina diaria, y por una ocasión (sin que sirva de precedente) pasearse por recursos muy ajenos a la salud y a la no salud, que podremos leer, ver y remirar, o recordar, de los que aprender, y que nos permiten programar los próximos 700 fines de semana (con esos 700 domingos que tendremos que emplear si queremos ver todas las 700 películas que a día de hoy despliega en sus dominios “Open Culture”).

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista.

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Encuentros

BREVENCUENTROPara encuentros, sin duda, el del periodista y aventurero Henry Morton Stanley con el explorador Livingstone cuando el primero fue en su búsqueda al dar todo el mundo por desaparecido al segundo. “Dr. Livingstone, supongo”, dice la leyenda que le dijo el primero al segundo, pero ésta deja en el aire que le pudo responder éste («Dr. Stanley, espero»). No todos los encuentros han producido frases tan emblemáticas, o por lo menos no han trascendido. No sabemos que les dijo Colón a los primeros indios de las Indias que avistó, ni que les respondieron éstos. Ni lo que Marco Polo le contó al emperador de la China. Ni lo que los pingüinos le susurraon a Amundsen al llegar al Polo. Pero, por supuesto, no todos los encuentros han sido protagonizado por exploradores. Los ha habido tremendamente explosivos y enriquecedores, para ellos y para la Humanidad, el de don Quijote y Sancho Panza, el de los hermanos Lumière con una cámara, el de Darwin con un grupo de galápagos, el de Epi y Blas, el de Marco Antonio y Cleopatra  o, sin irnos más lejos, el de Burton y Taylor. Hay también, todos los días, otros encuentros más cotidianos (el de dos amigos que se cruzan en un semáforo mientras hablan por el móvil, o el del infractor al automóvil y el municipal con la libreta, o el del despistado con la mampara de cristal que estaba en medio…), pero sobre todo hay encuentros de muchos con muchos. Algunos los llaman partidos de fútbol (cuando son encuentros de once contra once). Hay quienes incluso categorizan los encuentros y, por ejemplo, cuando son con gente extraña, de ojos saltones y pieles verdes y escamadas los suelen denominar en “la tercera fase”. Hay encuentros familiares, y no sólo del hijo que vuelve de Alemania por Navidad, sino de todos los parientes que se apellidan López Rodríguez. Y hay encuentros profesionales. Es lo que se llaman congresos, jornadas, meetings, sesiones, asambleas… donde confluyen durante varios días personas afines por sus intereses profesionales. Pero cuando elegimos entre todos estos términos el de encuentro profesional más nos estamos refiriendo al breve encuentro de Stanley y Livingstone (aunque no por breve menos esperado) que a otros cosas.

Un encuentro breve (no una jornada ni un partido de fútbol), y de profesionales de las bibliotecas de salud con otros profesionales de las bibliotecas de la salud y con otros profesionales conocedores de la información, es lo que nos ofrecen para el próximo 22 de mayo (Primer Encuentro Bibliosalud) quienes hace un año pusieron en pie las XV Jornadas Nacionales de Información y Documentación en Ciencias de la Salud (BIbliosalud). Con la excusa (bienvenida la excusa) de la presentación del libro de dichas Jornadas, nos anuncian dos conferencias, una mesa redonda y una presentación entre canapés. Buena excusa para vernos de nuevos las caras y «encontranos» quienes trabajamos en las bibliotecas de salud, pues aunque nos leemos, nos hablamos, nos tuiteamos (y, por supuesto, nos tuteamos), nos smseamos, nos llamamos y nos encontramos casualmente en el metro, también deseamos tocarnos (castamente), saludarnos y hablarnos en persona. Fundamentalmente para cargar las pilas y sabernos que no estamos solos en las bibliotecas (aunque a veces lo pueda parecer por la escasez de usuarios físicos, que no virtuales).

BREVENCUENTRO2Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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Bibliotecas a la moda

prada¿Se encuentra su biblioteca con dificultades para renovar las suscripciones para el 2015? ¿Le gustaría contar con una financiación extraordinaria para afrontar esta ya larga crisis? ¿Está cansada, o cansado, de ver cada día a sus usuarios con sus mismas indumentarias, sus blancas batas y sus holgadas ropas verdes? Una biblioteca francesa, la pasada semana, ha solucionado de un plumazo ambos problemas, el económico y el del tedio, con una fórmula original a la par que sencilla: la biblioteca abierta… a otras actividades. Una fórmula que, todo hay que decirlo, y siempre ha habido clases, no puede estar al alcance de todas las bibliotecas, pues es necesario contar con sobrados pasillos, amplias salas de lectura y cierto atractivo arquitectónico proporcionado por un vetusto y rico mobiliario además de por el marco incomparable en el que su biblioteca se levanta. Sin dar más rodeos, hace unos días, según revela el diario El Confidencial, una biblioteca parisina fue escenario de un desfile de moda.

Fuente: El Confidencial, 9 de marzo de 2015

Fuente: El Confidencial, 9 de marzo de 2015

No se trataba de prestar las salas de la biblioteca para mostrar las últimas novedades en catálogos de libros, mesas para los usuarios, exlibris, arcos de seguridad, expositores y sillas anatómicas. Tampoco se trataba de que bibliotecarios y bibliotecarias, cuales venus y adonis, lucieran los últimos modelos de vestuario más apropiados para manejarse con soltura entre los servicios de referencia, préstamo y catalogación. Tampoco se trababa de presentar las nuevas dependencias del Museo del Traje de París.

Simplemente se trataba de uno de los desfiles de la Semana de Moda de París, el del modisto portugués Luis Buchinho, en el que la biblioteca en cuestión (toda una señora biblioteca, a juzgar por la imagen) prestaba sus dependencias y la semana de la moda prestaba sus modelos, en un insólito y enriquecedor intercambio cultural. No cuenta la prensa si los responsables de la biblioteca tuvieron que expulsar para la ocasión a sus usuarios de la sala cual Cristo arrojando a los mercaderes, o los propios usuarios, ante tal acontecimiento, optaron por refugiarse pacíficamente en una esquinita y contemplar con entusiasmo cómo agraciados señoritos y señoritas paseaban desde las estanterías de filosofía hasta las de matemáticas las últimas novedades para la temporada del próximo otoño-invierno.

Quizás cunda el ejemplo y el año que viene veamos en los Salones Gaudí o Cibeles pasear a los modelos entre el Index Medicus y las Actas Urológicas Españolas de alguna biblioteca hospitalaria. Como lo más probable es que no, siempre podremos alentar a nuestros habituales usuarios, de verde y blanco, a que se paseen arriba y abajo de la sala de lectura contoneando sus caderas cual modelos de élite. Si no conseguimos un emolumento extra para la biblioteca, al menos entre usuarios y bibliotecarias nos echaremos unas risas. Las mismas sonrisas que debieron surcar el rostro de Fellini cuando rodaba el recordado pase de modelos eclesiásticos de «Roma» (1972), todo un adelanto a lo que luego vieron las estancias vaticanas…

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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Haciendo historia

Historias verdaderas (1986)

Historias verdaderas (1986)

Quizás para combatir el olvido, quizás para demostrar quién venció y a quién venció, o quizás por vanagloria, desde que el hombre es hombre histórico, esto es, desde que tuvo la ocurrencia de dejar constancia de lo que hacía, muchas y variadas formas y formatos se han usado para contar, recontar, inventar y transmitir a los herederos cuentos, leyendas, epopeyas y acontecimientos dignos de ser escritos y narrados. Por las tablilla sumerias sabemos de las andanzas de Gilgamesh (el antecedente más remoto de Supermán); por los papiros egipcios, que éstos eran unos expertos en trepanar cerebros (algo que luego sin tanta sutileza han hecho muchas televisiones públicas y privadas) y por la columna Trajana, que los ejércitos romanos además de no aburrirse bien que conocieron mundo. Las coplillas de ciego difundieron por los pueblos las historias de los primeros frikis, los monjes medievales copiaron como iluminados el anunciado Apocalipsis y la imprenta permitió a Lutero difundir por las Europas las nuevas ideas protestantes. La Iglesia creó listas de libros prohibidos, los franceses -con Diderot a la cabeza- inventaron la Wikipedia y nos contaron cómo era el mundo, y cuando a los Lumière se les ocurrió aquello de inventar el cine pudimos crear un archivo audiovisual con lo que mejor y peor se la ocurrido, se le ocurre y se le ocurrirá al hombre histórico. Hasta que nos asaltó lo digital y las redes, y nos sedujo la inmediatez (sms va y viene, tuit viene y va), de tal forma que ya no sabemos si dentro de mil años seremos capaces de recuperar un powerpoint del 2015, un youtube del 2014 o un facebook del 2012. Pero no por ello vamos a abandonar la posibilidad de airear a los cuatro vientos lo que hacemos, decidimos, pensamos, fotografiamos y criticamos.

Antes de que, como dicen, los vientos magnéticos (o aunque quizás lo haga antes la censura) hagan desparecer de la faz de la Tierra todo lo grabado, pregrabado y regrabado (incluso lo de la nube), los que tuvieron algo que ver con Bibliosalud2014 han querido compartir lo que allí se habló y se observó con todos los bibliotecarios de ciencias de la salud que allí estuvieron, con los que no llegaron a tiempo, con los que no fueron o con los que se fueron antes de que sonara la campana final. Para los amantes de la imagen en movimiento, un canal en youtube (¿dónde si no?), y para los amantes de aquello de “si breve dos veces bueno”, un recopilatorio con storify de los tuits que asaltaron la red aquellos días 22 y 23 de mayo de 2014. Un storify que nos permite recordar telegráficamente, a golpe de 140 caracteres, lo que pasó Antes de Bibliosalud2014 (sin remontarse a la prehistoria, claro), lo que pudo pasar Después (y todavía puede pasar, porque aunque no lo parezca sigue habiendo vida tras unas Jornadas), y los recuerdos que han quedado entre quienes vinieron, oyeron, se rieron, aprendieron, canapearon, compartieron experiencias, discutieron ideas y se fueron más seguros aún de que su profesión merece la pena.

Entre medias de ese antes y ese después lo que se vio (y se grabó) y lo que se tuiteó y retuiteó. Una Inauguración como Dios manda, con acto oficial y todo, en -como dicen- el marco incomparable del Gran Anfiteatro del Colegio de Médicos, con un discurso cariñoso y cálido de bienvenida por parte de la bibliotecaria del ICOMEM, María José Rebollo, que para eso estábamos en su casa. Una charla inaugural movida, polémica y mediática (presentada por la bibliotecaria de la BNCS, Elena Primo) de quien, como Juan Gérvas, se mueve en las redes como pez en el agua y sabe y publica sobre primaria como nadie (“Colegios invisibles y otras formas científicas no colegiadas ni invisibles de acceder a la información relevante en el momento oportuno”). Una Presentación de Pósteres, divertida y sin pausas para la publicidad, por parte del bibliotecario del 12 de Octubre, que casi sin respirar y os aseguro que sin beber un sorbo de agua ni para recuperar el resuello, repasó los 40 trabajos presentados. Una mesa redonda ( ¿Usuarios sin bibliotecas? ¿Bibliotecas sin usuarios?), que no era tal sino rectangular (un desliz del atrezzo), en la que profesionales sanitarios de variada procedencia y especialización cantaron las verdades del barquero sobre cómo usaban y cómo querrían usar las bibliotecas. Sucesivas y condensadas conclusiones de los 10 grupos de trabajo a cargo de diez espadas bregados en y entre las mejores bibliotecas del país. Como clausura una pequeña pirueta en la que una tal Almudena venía a sustituir a la conferenciante australiana anunciada, que no vino ni se la esperaba, porque la tal Almudena no era nadie que pasara por allí, sino toda una actriz (Yulia Ubiña), que tras zambullirse dos días en las Jornadas nos hizo reír -y mucho- poniendo en evidencia y en entredicho lo que hacemos, lo que decimos y cómo lo hacemos. Por último, lo que fue primero (los Talleres), en lo que se llama la previa del Congreso y que sirve para que gente muy preparada nos cuente lo que mejor sabe hacer, eso sobre lo que además los demás estamos interesados en aprender. Y hay rumores de que existe un último vídeo, aún oculto, con tomas falsas, pero eso no son más que rumores… ¿O no?

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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De la facultad al Prado

greyPara un estudiante de medicina no hay nada más fácil que acudir a la biblioteca de su facultad y echar mano del Gray para preparar cualquiera de los apartados de su temario de anatomía de primero o de segundo. Pero en épocas de exámenes, cuando todos los ejemplares del Gray han desparecido de las estanterías e incluso ni siquiera hay sitio en las mesas para al menos estudiar los apuntes, el estudio de esta asignatura resultado complicado. Uno podría optar, en su defecto, por ver “Anatomía de Grey”, pero en verdad que poca anatomía hay en esta serie. Otros (Leonardo da Vinci o Avicena) ya optaron, en el remoto pasado, por una solución alternativa: ponerse a destripar, diseccionar y fragmentar cuerpos humanos de los de verdad, de carne y hueso (más que nada porque aún no tenían a mano el manual de Gray), pero no es fácil para un estudiante ir buscando cadáveres como hiciera en otros tiempos el doctor Frankestein. No obstante, para quienes tengan aversión a las vísceras y a la sangre y no tengan un cadáver en el refrigerador existe una opción mucho más limpia y estética, visitar las salas de algún museo, como por ejemplo el Prado, para contemplar in situ toda variedad de anatomías, desde las estilizadas de Durero (Adán y Eva) hasta las más rotundas de Rubens (Las Tres Gracias), o las más descansadas de Goya (La maja desnuda) y Tiziano (Dánae y Venus recreándose en la música), las hirsutas de Fortuny (Viejo al sol) y las mediterráneas de Sorolla (Chicos en la playa), o con las perspectivas de los años las del cuadro Las Edades y la Muerte.

El estudiante de medicina atraído por las artes está ahora de enhorabuena, pues sin abandonar el museo del Prado podría consultar en su biblioteca (a falta del Gray) una impresionante colección de cuadernos de anatomía, esos mismos cuadernos que empleaban los propios artistas, desde el siglo XVI al XX, para esbozar sus cuadros con anatomías. Ello gracias a la adquisición por parte del Museo de la colección del también artista Juan Bordes, tal y como han anunciado hace unos días algunos medios de comunicación e incluso lo ha explicado extensamente la propia biblioteca del Prado. Es de todos sabido que, por mucha inspiración que rondara y asediara a los grandes artistas, éstos acudían con cierta frecuencia a los grandes manuales del pasado (griegos, romanos, renacentistas..) para consultar sobre geometría, proporciones, mitología, perspectiva y, por supuesto, la figura humana. Lo que llevó a muchos de ellos a constituir en sus talleres y en sus hogares importantes bibliotecas donde consultar cuando la inspiración les rondaba de nuevo o cuando les era esquiva. Inventarios de algunas de estas bibliotecas (El Greco, Sabatini, Carducho, Herrera, Leoni…), entre éstos el más celebrado y conocido, el realizado tras el fallecimiento del maestro Velázquez (Inventario de Bines que dejaron a su muerte D. Diego de Silva Velázquez y su mujer D. Juana Pacheco), revelan que estas bibliotecas de artistas eran todo un compendio del saber antiguo (Plinio, Alberti, Leonardo, Vitrubio, Petrarca…) donde se recogían matemáticas, historia, geometría, arquitectura, filosofía, poesía, botánica, estampas… Y, claro está, anatomía con libros como “Historia de la composición del cuerpo humano” de Juan de Valverde (1556), la obra de Vesalio “De humani corporis fabrica”(1543) y el tratado de fisionomía de Giovanni Battista della Porta (1583), “De humana physiognomonia”.

Hasta que vino Gray, o Grey, o ambos.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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El día de la marmota

Atrapado en el tiempo (1993)

Atrapado en el tiempo (1993)

La marmota Phill lo ha vuelto a decir, y ya van 129 ediciones. Este invierno durará aún seis semanas más. En Punxsutawney, un pueblo de Pensilvania que quedara inmortalizado en la película “Atrapado en el tiempo”, los achisterados miembros del Groundhog Club han vuelto a sacar de su madriguera, como cada 2 de febrero, a la mascota Phill, y cual pulpo Paul, ésta ha pronosticado el futuro más inmediato. ¿No sería ideal poder contar con una marmota como Phill para la gestión y planificación blbiotecarias? Una marmota que, sin ir más lejos, nos pronosticara cuáles serían las revistas más consultadas (estupendo en épocas de recortes), los libros más prestados o los cursos de búsquedas más solicitados. Si quiere una biblioteca de futuro, ponga una marmota en su biblioteca.

Dicho y hecho. Como somos unos envidiosos de los ciudadanos de Punxsutawney, el invierno de los Estados Unidos nos queda un poco lejos  y nos preocupan más las estadísticas y los recursos de nuestra biblioteca que la nieve en Nueva York, a falta de  marmota hemos optado por sacar a pasear por la biblioteca a una pareja de hámsters del animalario que llevábamos entrenando desde hace seis meses. Sin embargo, cuál no habrá sido nuestra sorpresa cuando ambos roedores, nada más salir de su nido, han prefeirdo huir por debajo de la puerta en lugar de vaticinarnos si el New England se iba a consultar 3.258 veces o si el Guyton se iba a prestar 228.

Ante tal fracaso zoológico, una de las auxiliares ha propuesto mirar entonces a los cielos y, cual romanos, leer el vuelo de las águilas: Pero salvo dos palomas, una cigüeña y tres gorriones, no ha habido águila que sobrevolara la biblioteca. La auxiliar de la tarde ha sugerido, en su defecto, leer las vísceras de un animal y, por más vueltas que hemos dado por el centro, sólo hemos encontrado en las cocinas un pollo congelado, sin apenas higadillos sobre los que predecir el número de búsquedas bibliográficas para este año. Un residente que llegaba entonces, aferrado a un reciente café de máquina, nos ha convencido de que podría ser una plausible alternativa leer los posos de su café, y tras hacérselo beber en menos que canta el pollo congelado de la cocina, no hemos visto en los posos ni siquiera el test de Rorschach (aunque hemos llegado a la conclusión de que a partir de ahora nos mantendremos alejados de la susodicha máquina de café). Otra auxiliar ha propuesto, en última instancia, despertar a nuestra propia marmota de dos piernas, ese técnico de rayos que, como el Bill Murray del film, todos los días a las tres en punto de la tarde repite la misma escena: quedarse completamente traspuesto en la mesa de la esquina. Sin muchos miramientos hemos despertado a nuestro morfeo y, como si fuera la mascota Phill, ha deambulado unos segundos por la sala, ha visto su sombra y ha vuelto a adormilarse, no sin antes dar cinco, cinco vueltas a la mesa. Un adjunto, que esperaba unas fotocopias compulsadas, ha concluido con seguridad que eso significaba cinco veces más de usuarios, aunque una estudiante de enfermería ha argüido que serían cinco veces más de préstamos. Lo único cierto es que como no encontremos rápidamente a la pareja de hámsters bajo las estanterías, en unos meses tendremos que abrir una sucursal del animalario en un rincón de nuestra biblioteca.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Y de twitter, ¿qué?

alfilonoticiaNo solemos en estas páginas dar salida a los comentarios de los lectores (sobre todo, porque apenas hay comentarios y lectores nunca sobran), pero en este caso vamos a hacer una excepción con el atribulado Wencesalo Armando Quintero. Dedicábamos hace un par de semanas esta página a señalar algunas líneas de trabajo de las herramientas sociales en el ámbito de la publicación y la investigación biomédicas. La razón de dicha entrada fue el más puro azar al descubrir entre las peticiones de artículos de una usuaria de la biblioteca uno sobre el uso de facebook en la metodología de un trabajo relacionado con el papilomavirus. Y de ahí, tirando como vulgarmente se dice del hilo, fueron saliendo otros artículos. A los pocos días de publicada esta entrada sobre facebook, Wenceslao Armando Quintero, experto tuitero al sur de río Grande a la par que consumado bibliotecario y bibliotecólogo, se quejaba en un correo de haber discriminado en este blog a una herramienta tan versátil, rápida y concisa como es twitter. De hecho, el propio Wenceslao Armando es un fan de twitter (hay quien lo tildaría de enfermizo usuario, pero eso va en gustos y opiniones), pues según nos explica con detalle en su correo no puede permanecer sin tuitear ni cinco minutos (de hecho, de noche, los tiene programados automáticamente). Y debe ser ello cierto, pues consultando su cuenta estos son los tres primeros tuits escritos a primera hora de la mañana del domingo: 9:00. Es domingo y me acabo de levantar. Hace un sol espléndido / 9:01: Hace un minuto que he escrito el primer tuit de la mañana / 9:02: Hace dos minutos que escrito el primer tuit del día, y hace uno que he escrito el segundo (Os podéis imaginar cómo es el tuit de las doce de la noche). Una obsesión, como otra cualquiera, que en esta ocasión me ha venido de perlas, pues útlimamente no sobras las ideas para la escritura.

Estimado bloguero: Sigo desde hace años su extraño blog bibliotecario con la esperanza de entender alguna vez algo de lo que usted escribe, aunque no desespero pues mi sobrina, que es también bibliotecaria, se ríe a mandíbula batiente cuando lee alguna de sus entradas. Si bien es cierto que ella es de risa fácil. El caso es que la semana recién terminada leí una de sus entradas acerca de facebook y tras su atenta lectura lamenté que hubiera dedicado tantas líneas a esa herramienta sin apenas mencionar otra como twitter, con mucha mayor aplicabilidad. Si se me permite la sugerencia, le ruego dedique en próximas semanas una entrada a twitter. Sin duda comprobará cuán mejor es twitter que facebook, y verá cómo la vida le sonríe. Disculpe la brevedad del texto, pues me debo a mi twitter. Sinceramente suyo, Wenceslao Armando Quintero, bibliotecólogo y tuiteador.

Así pues me puse manos a la broma y tirando, como siempre, de PubMed comencé a descubrir que los primeros trabajos sobre twitter se dedicaban a explicar las posibilidades de ésta que era entonces una nueva herramienta: It’s Twitter time (2009), Twitter for scientists (2010), Do you twitter and tweet? (2010) y Physicians on Twitter (2011); pero enseguida los artículos fueron diversificándose mostrando diferentes utilidades para distintos profesionales sanitarios: Twitter for neurosurgeons (2011), Social media in low-resource settings: a role for Twitter and Facebook in global surgery? (2012), Twitter as a tool for ophthalmologists (2012), Aging 2.0: health information about dementia on Twitter (2013), Analysis of pharmacists’ use of Twitter (2014) y Utilisation exponentielle des reseaux sociaux en medecine : exemple de l’interet de Twitter (c) en urologie (2015).

Clasificando los resultados de la búsqueda pude distinguir claramente un grupo extenso de trabajos que se han dedicado a explorar las oportunidades de twitter como herramienta para la formación continuada, muy especialmente entre los profesionales de la enfermería: Nursing education 2.0: Twitter & tweets. Can you post a nugget of knowledge in 140 characters or less? (2008), Twitter: consider the possibilities for continuing nursing education (2010) y Critical care training: using Twitter as a teaching tool (2011) y Happiness, stress, a bit of vulgarity, and lots of discursive conversation: A pilot study examining nursing students’ tweets about nursing education posted to Twitter (2014). E, incluso, hay quienes lo proponen para evaluar a los residents: A novel use of Twitter to provide feedback and evaluations.

Twitter nació como una herramienta de comunicación (breve, con sus ya famosos 140 caracteres, pero una herramienta al final y al cabo) y a explotar esa funcionalidad se dedica otro conjunto relevante de trabajos. Sin ir más lejos, en el pasado año 2014, podemos encontrar unos cuantos ejemplos: Twitter as a tool for communication and knowledge exchange in academic medicine: A guide for skeptics and novices; Social Media and Scientific Meetings: An Analysis of Twitter Use at the Annual Meeting of the American Society of Neuroradiology; Social media and palliative medicine: a retrospective 2-year analysis of global twitter data to evaluate the use of technology to communicate about issues at the end of life; y Twitter and nursing research: how diffusion of innovation theory can help uptake. En esta categoría de twitter como instrumento para la comunicación hay quienes han descubierto su enorme potencialidad en tiempos de desastres, crisis y pandemias (From Twitter to Megaphones: Seven Lessons Learned about Public Health Crisis Communication), y rastreando entre referencia y referencia prácticamente no hay crisis sanitaria que no lleve emparejado su estudio a través de los usos de twitter: Pandemics in the age of Twitter: content analysis of Tweets during the 2009 H1N1 outbreak (2010), What makes people talk about Ebola on social media? A retrospective analysis of Twitter use (2014) y Network structure and community evolution on Twitter: human behavior change in response to the 2011 Japanese earthquake and tsunami (2014). Aunque algunos trabajos (no podía ser todo tan idílico) han detectado ya el grave peligro de tuitar y retuitear una información errónea, como ha ocurrido en el caso reciente de la epidemia del ébola, donde frecuentes tuits daban por cierto que esta enfermedad se curaba por transfusiones o con una planta de la zona como es el ewedu (Ebola, Twitter, and misinformation: a dangerous combination?; 2014).

Al margen de estas crisis, twitter se ha revelado también como un instrumento eficaz para la divulgación de la información: Dissemination of health information through social networks: twitter and antibiotics (2010); Follow Eurosurveillance on Twitter (2012); y Blogs and Twitter in medical publications: too unreliable to quote, or a change waiting to happen? (2011). Y los hay que miden y pesan estos usos informativos, abriendo vías de estudios en el ámbito bibliotecario, por ejemplo, como apoyo para el análisis bibliométrico: Can tweets predict citations? Metrics of social impact based on Twitter and correlation with traditional metrics of scientific impact; Implementing Twitter in a health sciences library y Do altmetrics work? Twitter and ten other social web services.

Como se comentaba hace unas semanas cuando hablábamos de facebook (lo que tanto ha disgustado a Armando Quintero) twitter puede así mismo dar juego en las metodologías de la investigación: Twitter and Health Science Research; Using Twitter to investigate opinions about multiple sclerosis treatments: a descriptive, exploratory study (2011); Methodological considerations in analyzing Twitter data (2013); Use of Twitter to monitor attitudes toward depression and schizophrenia: an exploratory study (2014) y A case study of the New York City 2012-2013 influenza season with daily geocoded Twitter data from temporal and spatiotemporal perspectives (2014). Y muy particularmente parece abrirse todo un abanico de posibilidades entre los investigadores de la salud pública, desde el tabaquismo a la vacunación pasando por las campañas de salud pública: Tweeting for and against public health policy: response to the Chicago Department of Public Health’s electronic cigarette Twitter campaign (2014); Analysing Twitter and web queries for flu trend prediction (2014); Twitter: an opportunity for public health campaigns (2014); Making the most of a brave new world: opportunities and considerations for using Twitter as a public health monitoring tool (2014); Using twitter to examine smoking behavior and perceptions of emerging tobacco products (2013) y Twitter as a source of vaccination information: content drivers and what they are saying (2013).

Pero mejor será ser quizás un poco prudentes, pues de tanto tuitear y retuitear sin parar (ojo, Wenceslao, ojo), hay quienes se han convertido de estudiosos en pacientes: Twitter psychosis: a rare variation or a distinct syndrome? (2014); Problems associated with the use of social networks–a pilot study (2013) y Problematic use of social networking sites among urban school going teenagers (2012).

Muchas ideas con twitter, querido lector, para su próximo artículo o para su próximo trabajo de investigación. Aunque quizás ya ésta sea una herramienta del pasado más reciente y haya que ir pensando en trabajar e investigar con quitter. Otros ya han ido migrando.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Los nombres de las cosas

algo-recordarA Concha C.

Crátilo y Hermogénes deberían haber vivido en el siglo XXI, y no en tiempos de Platón y Sócrates, para ayudarnos a dar nombres a las cosas. ¿Sería Crátilo capaz, él que decía que quien conoce los nombres conoce también las cosas, de descifrar que Cibeles no es una diosa oriental ni una fuente artística en el centro de Madrid sino un sistema de información de la Consejería de Sanidad de Madrid? ¿Y hubiera sido capaz Hermógenes, para quien los nombres son convenciones de los hombres, llegar a comprender que Turriano no era un ilustre ingeniero del siglo XVI sino un sistema de gestión de historias clínicas electrónicas en Castilla-La Mancha? No sabemos si quzás Hermógenes y Crátilo hubieran ido más lejos y sugerido a madrileños y castellano-manchegos otros nombres tan apropiados como don Hilarión, mazapán, chotis, doña Francisquita, El Greco o cigarral…

El caso es que pasaron los tiempos de las Vanessas, las Jessicas y los Jonathans, y llegó el turno de nuestros ilustres gestores, que encomendándose o no a prestigiosas o desconocidas agencias de publicidad, han ido poblando nuestras webs de eruditos o castizos nombres con los que han ido bautizando recursos y más recursos de información. Desde Cataluña nos llegó el repositorio Scientia, con reminiscencias del conocimiento científico.  Impactia, desde Andalucía, con su misma raíz, nos permite descubrir la producción científica del personal sanitario al sur de Despeñaperros. Y musical fue la designación de “Mergullador” al buscador gallego (nombre que a mí, que no sé gallego, me sigue recordando a un animal mitológico). Los tres nombres serían del agrado de Hermóegenes, al hermanar contenido y contenedor.

Elegante fue la elección de Cisne (reconvertido de feo patito) para el catálogo de la Universidad Complutense. Práctica la designación como Polibuscador (con nombre de serie de televisión de la Fox) al buscador Primo de la Universidad Politécnica. O redundante (Xabio) el de Murcia. Literario y apropiado el de Plinio (todo un héroe de la literatura manchega, tal que de Tomelloso) para el buscador de la Universidad de Castilla-La Mancha. Y no menos literario El Buscón, metabuscador de la Biblioteca Nacional. El último en entrar en liza ha sido el de Etheria (más conocida como Egeria), aquella monja hispana del siglo IV a la que le dio por viajar y llegó hasta Constantinopla. Su nombre, desde principios de año, está asociado al buscador Primo de la Consejería de Sanidad de Madrid. Dos pájaros de un tiro, Etheria le servirá a más de dos para buscar información y a otros tantos quizás les animará a leer su famoso «Itinerarium», donde esta monja andarina dio cuenta de sus andanzas por tierras de Oriente. Todo es válido, entre Hermógenes y Crátilo, ¿por qué no?, todo menos llamar a un metabuscador Felipe Juan Froilán de Todos los Santos o Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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De la mano de Facebook

metodoLas redes sociales vinieron para quedarse y hoy prácticamente no podemos vivir sin ellas. Para comunicarnos, para informar, para difamar, para difundir, para vender, para ver, para reírse, para llorar, para contactar, para buscar viejos amigos, para presentarnos, para contar, para ligar, para hacer el memo, para distribuir selfis con o sin el pequeño Nicolás.. para demostrar que somos uno de los elegidos y por eso hemos estado en una cena con “X” (sustituya el lector la X por un famoso), para presumir de mascotas o de haber estado en las playas de Copacabana… Poco a poco las redes sociales han ido invadiendo todos los ámbitos, también el de las ciencias de la salud, y sus utilidades son manejadas con habilidad y frecuencia por los profesionales sanitarios.

Hubo un tiempo en que los artículos que se publicaban hablaban de las bondades, utilidades, aplicaciones y futuro de estas herramientas, que tímidamente comenzaban a ser utilizadas por nuestros usuarios (Twitter for scientists). Y pasados ya unos cuantos años, unas cuantas experiencias y unas cuantas cuentas abiertas hoy siguen publicándose artículos sobre el tema: Facebook y Twitter: Nuevos referentes para las revistas médicas chilenas.

Una vez que los usuarios fuimos cayendo en las redes fueron apareciendo artículos que nos hablaban de nuestra adicciones a estas tecnologías, como antes ya se habló de nuestras debilidades por el tabaco, el alcohol, los videojuegos o las máquinas tragaperras: Examination of neural systems sub-serving facebook “addiction”; Social network site addiction – an overview; Psychological predictors of young adults’ use of social networking sites.

Artículos y temas más o menos previsibles (cómo usar las redes sociales y qué complicaciones nos acarrean). Lo interesante es que en los últimos tiempos ha ido apareciendo un tercer grupo de trabajos que utilizan las redes sociales como una herramienta más de la metodología de trabajo, principalmente como medio de comunicación. Por poner un ejemplo, que es el último pero no el primero: un artículo publicado a finales del pasado 2014 en la revista Vaccine por un grupo de investigadores de la Universidad de Melbourne, “Asking about human papillomavirus vaccination and the usefulness of registry validation: a study of Young women recruited using Facebook”. Las participantes de este estudio sobre la vacuna del papilomavirus, mujeres de entre 16 y 25 años que vivían en la ciudad de Victoria, fueron seleccionadas de forma voluntaria a través de un anuncio colgado en Facebook entre el 19 de mayo y el 30 de septiembre de 2010.

Si hacemos una búsqueda en PubMed sobre Facebook podremos encontrarnos ya más de 900 trabajos (y parece un invento de ayer mismo). Para evitar perdernos entre tanto marasmo podemos ser un poco más específicos y limitar la búsqueda al título. Encontraremos (también parece mentira) más de 300 artículos que utilizan o hablan de este recurso de las redes sociales (qué no encontraremos si ampliamos la búsqueda a twitter, instagram, pinterest, etc.). Trabajos de todo tipo, desde los que ya hemos mencionado explican la aplicación o buscan salidas para su adicción (The uses and abuses of Facebook: A review of Facebook addiction) hasta artículos, como el de Vaccine, que emplean Facebook como una herramienta más del trabajo científico (Using Facebook™ to Recruit College-Age Men for a Human Papillomavirus Vaccine Trial), como antes se utilizaba una carta, una entrevista, un correo electrónico o una visita al centro hospitalario para seleccionar a los sujetos de estudio. Trabajos que explican los comportamientos sociales (The relationship between exposure to alcohol-related content on facebook and predictors of alcohol consumption among female emerging adults). Trabajos que utilizan esta herramientas como vía para promover una vida más saludable (Promoting Physical Activity in Low-Active Adolescents via Facebook: A Pilot Randomized Controlled Trial to Test Feasibility). O trabajos que acuden a ella como camino para el aprendizaje (The use of Facebook in medical education–a literature review).

Las redes sociales no sólo han venido a quedarse, sino que además nos facilitan la vida. Tan sólo hay que aprovecharlas en beneficio de nuestras investigaciones. Más de 300 artículos sobre Facebook ya lo hacen. Llegará el tiempo en que no sólo seleccionemos a nuestros sujetos de estudio por las redes sociales, sino que contrataremos a través de instagram o pinterest, seleccionaremos a los residentes por twitter y decidiremos las jefaturas de servicio según la información de sus linkedin de turno. O lo que tenga que venir. Y llegará el día en que tendremos que contratar empresas de servicios para que gestionen nuestros múltiples perfiles en la red. De momento, ideas para trabajar con las redes sociales, en PubMed, no nos faltan.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Año nuevo, búsquedas bibliográficas nuevas

El profesor chiflado (1963)

El profesor chiflado (1963)

La llegada de 2015 es una buena excusa para renovar nuestro ajuar de búsquedas bibliográficas empleadas en cursos de formación, en talleres y en presentaciones online. ¿Por qué seguir poniendo como ejemplo la eficacia de los parches antitabaco o la acupuntura para dejar de fumar? ¿Por qué continuar buscando los mejores tratamientos para la artritis reumatoide? ¿Por qué seguir identificando referencias que nos aclaren si la educación sanitaria es una buena vía para prevenir el embarazo entre las adolescentes? ¿Por qué bucear entre cientos de referencias intentando localizar artículos que nos hablen de la etiología de la ELA? ¿De las evidencias de los fármacos de la hepatitis C? ¿De los costes de la vacuna del papilomairus?

¿Por qué aturdir a nuestros alumnos con búsquedas tan útiles pero tan tremendamente aburridas cuando podemos proponerles que busquen la mejor evidencia con la que dar respuesta a esta eterna pregunta: ¿Por qué los seres humanos ven caras humanas en los objetos, sin ir más lejos la cara de Jesucristo en una tostada? O estas otras: ¿Existe alguna relación entre la mordedura de un gato al que tenemos por mascota y la depresión de su correspondiente dueño? ¿Tiene más ventajas la panceta de cerdo que las gasas y algodones para detener las hemorragias nasales? ¿Aunque es un tópico repetido durante siglos no es verdad que los hombres son más idiotas que las mujeres?

Si estos ejemplos, estimado lector, no le parecen suficientemente atractivos o necesita más casos de búsquedas estimulantes para sus alumnos puede descubrirlos en los anuales Ig Nobel, que al igual que los Nobel son desvelados todos los diciembres por la revista Annals of Improbable Research. O puede buscarlos también en los suculentos y atractivos monográficos de BMJ, que también como el turrón, llegan cada año por Navidad.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Lo viejo y lo nuevo

confesiones-dr-sachsPublicaba BMJ a mediados de diciembre de este año un curioso estudio, “An exploration of the basis for patient complaints about the oldness of magazines in practice waiting rooms: cohort study”, sobre el comportamiento de los pacientes y familiares en las consultas de los médicos en relación con las revistas colocadas (o descolocadas) en las pequeñas mesitas que decoran y ocupan los centros de estas salas. Los autores del estudio, desarrollado en Auckland (Nueva Zelanda), depositaron en una sala de espera de medicina general 87 revistas y fueron comprobando cómo en días sucesivos éstas iban desapareciendo, principalmente las revistas de cotilleo más recientes. De tal forma que en la sala quedaron sólo las revistas de cotilleo más antiguas (por las que ya nadie mostraba interés) o las revistas de información más especializada, como National Geographic, Time o The Economist. La primera de las conclusiones del estudio desmonta el mito de que en las consultas de los médicos sólo existen revistas muy antiguas. Si bien tal mito es en parte cierto, la razón responde al continuo escamoteo que de las revistas hacen los pacientes, pues según el estudio en un mes habían desaparecido la mitad de las revistas. No sabemos, por este trabajo, si hubo algún paciente o allegado que devolvió las revistas ni por qué fueron sustraídas. Quizás en Auckland las visitas al médico sean tan rápidas que a los pacientes no les de tiempo mientras esperan a leer con detenimiento las revistas de cotilleo que cazaron al vuelo nada más sentarse. En España daría tiempo a leerlas, releerlas y hasta subrayarlas. Tampoco entra el estudio en averiguar por qué con cierta frecuencia sólo desaparecen de estas revistas las páginas de crucigramas y de recetas.

Aunque hecho en salas de consulta médicas, a día de hoy este estudio no podría extrapolarse a las bibliotecas de ciencias de la salud dado que pocas revistas dejamos ya a la vista de nuestros usuarios, pues principalmente nos manejamos con revistas electrónicas (más que revistas, lo que muchas veces buscan nuestros usuarios son claves). Pero curiosamente cuando lo hacemos, depositando duplicados donados por nuestros médicos o depositando joyas de la literatura periodística como Diario Médico, suelen volar antes estas últimas que las revistas especializadas, quizás por el morbo de encontrar un cotilleo en estos medios o por utilizar el material para envolver el medio sándwich que uno no pudo comerse ante la avalancha de pacientes a última hora. Recordando cuando teníamos revistas en papel en las mesas y expositores de las entradas de las bibliotecas, es cierto que algunos demasiado ávidos por adquirir conocimientos tuvieron un comportamiento similar a los pacientes neozelandeses, pero siempre que desaparecía algún número de una revista (que luego, bien es cierto, acaba encontrándose al cabo de los días en algún recóndito lugar, devuelta con remordimiento por el autor de la sustracción) solía ser el último número del Lancet, del Blood o del Cancer, pero nunca un número de hace veinte, treinta o cuarenta años. Números estos más antiguos que, hoy en día, harían las delicias de cualquier librero de la vieja escuela.

Quizás por estas manías de leer y perseguir sobre todo la información de actualidad y apenas los clásicos de la medicina, de vez en cuando a algunos de nuestros gerentes se les ocurre la feliz idea de prescindir de las estanterías y de los volúmenes contenidos en los almacenes destinados a los fondos más obsoletos. Antes de que cunda el ejemplo o, como un virus, todos nuestros gerentes decidan prescindir de los fondos más antiguos (algo que no ocurre en las consultas de Nueva Zelanda) debería llegar el día en que entre todas las bibliotecas de este nuestro país construyéramos un depósito nacional único o en su defecto 17 depósitos autonómicos, donde preservar, por si las moscas, una colección histórica de las revistas científicas. Seguro que esta es una propuesta obsoleta, carca y demodé, pues lo electrónico nos ofrecerá en cinco segundos, por suscripción o libre, el primer artículo de BMJ publicado a mediados del siglo XIX, pero donde esté el placer dentro de doscientos años de poder leer en papel una revista con una solera de trescientos años….

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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