El síntoma de que algo no va bien

scihub1La semana pasada llegó a la prensa de medio mundo la noticia de la resolución judicial de la demanda de 15 millones de dólares interpuesta por Elsevier contra la joven kazaja Alexandra Elbakyan , quien “harta” de los abusivos costes de los artículos científicos desarrolló Sci-Hub en 2011, plataforma que cuenta en la actualidad con más de 60 millones de documentos a texto completo.

Esta noticia ha provocado un interesante comentario en Bib-Med por parte de su coordinador, Carlos González Guitián, quien concluye: “A los profesionales nos debería obligar a realizar una reflexión. ¿Por qué el usuario final  prefiere esta plataforma?, ¿no será que además de las cada vez más empobrecidas colecciones, les resulte más sencillo su manejo que los  repositorios o descubridores que les estamos ofreciendo?… Mientras tanto seguiremos esperando que los responsables de las políticas científicas aborden el problema…, pero ¿alguien está pensando en ello?, personalmente creo que no.”

Seguro que no, como presupone el autor de esas líneas, pero además de meditar sobre las interesantes cuetiones que plantyea, no estaría de más meditar también sobre lo que realmente supone la aparición de un recursos como Sci-Hub, que no es sino el síntoma de que algo no funciona bien en el engranaje científico, lo que nos lleva a un callejón sin salida (y costosísimo) o al menos a una situación monopolizaza y no deseada, que ha pervertido los fundamentos de la difusión de la ciencia. La finalidad de la investigación científica ha sido descubrir y difundir el conocimiento generado por el trabajo y la mente de investigadores y grupos de investigación. Este conocimiento, hoy en día, parece “secuestrado” por los intermediarios, que aportan una cuidada edición de los trabajos y una asegurada divulgación impresa y electrónica, mayor en función de la calidad de la publicación. Unos agentes con unos poderosos intereses económicos, uno de cuyos objetivos es obtener unos lógicos beneficios de unas inversiones millonarias. Pero, ¿cuál debería ser el límite moral de dichos beneficios? ¿Por qué el actual precio disparatado y desorbitado de muchas revistas? ¿Por qué muchos usuarios han desistido de suscribir de forma individual revistas científicas, como han hecho durante años? ¿Será por la aparición de las bibliotecas virtuales? ¿O más bien por los altos costes de unas suscripciones personales insostenibles en un mundo en crisis? ¿Por qué no se ofrecen todas las revistas en acceso abierto pasados dos, tres o cinco años de su publicación, cuando ya se han cobrado y bien cobrado los precios de las suscripciones? ¿Por qué el mundo editorial científico no aprende del mundo de la música y del audiovisual, que ha reducido drásticamente sus precios de descargas online de canciones y películas, y sigue «ofertando» a sus usuarios descargas de artículos por unos módicos precios de 20 o 30 euros?

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Comentaba Carlos Guitián la facilidad de manejo de SciHub y por eso el entusiasmo de los usuarios frente a nuestros repositorios y recursos en las bibliotecas. Sci-Hub tiene un defecto, no permite buscar como lo permite PubMed. Para buscar información tenemos en nuestras bibliotecas variados recursos que nuestros usuarios usan a diario, y cuando han localizado una veintena de artículos nos los solicitan por los servicios de obtención de documentos. Está claro que el empobrecimiento paulatino y sin fin de nuestras colecciones va en detrimento de la obtención rápida de artículos por parte de nuestros usuarios. De ahí la migración de los hábitos de los usuarios de nuestros servicios bibliotecarios a sistemas tan rápidos como Scihub, donde con un DOI y un PMID pueden acceder en cuestión de segundos  a un artículo a texto completo.

Artículo completo que en ocasiones resulta frustrante pues el texto no responde a las expectativas generadas en su título o en su resumen. Más frustrante aún si han pagado por él 30 euros. Y acceden  a esta plataforma ilegal sin sonrojarse, pues al margen de la cultura generalizada de que todo lo que está en Internet ha de ser gratuito, en sus descargas (y en su descargo) subyace la sensación del científico estafado: ese científico que “paga” por desarrollar su proyecto de investigación, que “paga” por la edición y publicación de los artículos derivados de dicha investigación, y que “paga” finalmente (su institución) por leer lo que él mismo ha escrito. Y si lo quiere publicar en algunas revistas de acceso abierto, “paga también”.

No voy a  caer en la fácil asociación de la joven kazaja con Robin Hood, pues en una sociedad capitalista la oferta y la demanda mandan, y mandan sobre todo los monopolios. Pero la solución no es demandar por cifras astronómicas, condenar y cerrar. Se podrá cerrar Sci-Hub y vendrán otras diez scihubs nuevas en otros tantos paraísos fiscales, porque lo que no se está atajando con las demandas y los cierres es un mal endémico.

El acceso fraudulento a la información científica irá en caminos de solucionarse cuando la carrera profesional no se valore al peso, cuando haya menos embargos en los títulos de las revistas, cuando sea generalizado el acceso abierto, cuando las editoriales abandonen su actitud de capitalismo desaforado aceptando obtener menores beneficios e incluso utópicamente cuando una pequeña parte de éstos redunde en “beneficio” económico de quienes los generan – sus autores y sus instituciones-, pues no hace falta recordar (aunque muchos interesados lo olvidan) que sin investigadores no habría sino vacío, y mucha más ignorancia científica.

¡Ay!, si los creadores del Journal des Savants levantaran la cabeza….

(José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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