Halloween

Halloween¿Seguimos quejándonos de que apenas van usuarios a nuestras bibliotecas? ¿De que nuestras salas de lectura, salvo en épocas de exámenes, están como nuestras neveras a la vuelta de vacaciones, con sus cuatro paredes al descubierto? Sólo los bibliotecarios, con nuestro culto a lo online y nuestro abandono de este mundo físico, tenemos la culpa de ello porque ¿qué estamos haciendo a diario para evitar estas lógicas deserciones? ¿Se nos ha ocurrido romper alguna vez con nuestras tareas habituales? ¿Acaso a alguien, en su biblioteca especializada, se le ha ocurrido este viernes pasado, víspera de la víspera de Halloween, recibir a sus usuarios ataviado de calabaza, fantasma o vampiro? Entonces, ¿de qué nos quejamos? 

Nosotros, en nuestros hospitales, facultades  y consejerías, no lo hemos hecho, pero sí lo han hecho otras bibliotecarias anglosajonas, que llevan esto del Halloween en la sangre (nunca mejor dicho) y hoy en día, y muy especialmente en estas fechas, sus bibliotecas están a rebosar de usuarios (The Coolest Homemade Zombie Costumes), aunque sólo se apor el morbo.

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Decorando nuestras salas, mostradores y pasillos, con dráculas, brujas, freddys krueger y monstruos de toda índole, como han hecho tiendas y almacenes por cientos de ciudades,  podríamos haber atraído a unos cuantos usuarios, poco dados a pisar físicamente la biblioteca, que al menos curiosearían aunque fuera por ver la capacidad decorativa del bibliotecario de su centro. Bien es cierto que las bibliotecas públicas (I work at a public library) , con sus secciones de literatura de ciencia ficción y de terror, parecen tenerlo más fácil y no necesitan excusas para sacar a relucir por sus instalaciones motivos variados de Halloween.

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Si lo pensamos bien, en las especializadas tampoco lo tenemos tan difícil. Nos bastaría con desplegar nuestros ejemplares del Netter, del Sobotta, del Cunningham… al igual que cualquier biblioteca pública ha ooptado, en su caso, por sacar los esqueletos del armario. 

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Y en el caso de que no contemos con esqueletos en papel, plastilina o modelados en cera, o nuestros manuales de anatomía estén prestados o en uso por estudiosos alumnos, siempre podríamos colgar de nuestras paredes los retratos de egregios y celebrados “mad doctors”, todo un ejemplo de juramento hipocrático, como Lecter, Jekyll y el creador del monstruo de Frankestein, celebrados por la literatura y el cine.

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Aunque hay bibliotecas que no necesitan recurrir ni siquiera a disfraces y atrezzo, ni a carteles de cine, ya que tan sólo les basta con reclamar la presencia de algunos de sus usuarios (o más bien espectros) hiperfrecuentadores para darle un toque terrorífico a sus instalaciones. ¿Quién no recuerda “los cazafantasmas”?

El único problema es que estos usuarios un tanto especiales, que tanto gusto le han cogido a la lectura, al final resultan contraproducentes, pues ahuyentan de las salas a todo lector viviente, y volvemos al problema inicial: ¿qué hacer con nuestras salas vacías? Como último recurso, siempre podríamos recurrir al truco o trato, y ofrecer kilos de chuches a nuestros usuarios, aun a pesar de la oposición de nuestros usuarios más saludables, contrarios al uso irresponsable de dulces y golosinas. Seguro que más de uno y de diez se dejaríann caer por la biblioteca en busca de una piruleta o dos… Evidetemente, ya es tarde para corregir errores con este el 1 de noviembre, pero no lo es para las Navidades…, así que ir encargando vuestro disfraz de Papá Noel y vuestra campana, e ir ensayando vuestras carcajadas…. Todo sea por nuestras bibliotecas.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Una respuesta a Halloween

  1. Elena Primo dijo:

    Yo lo hice el año pasado (Puse unas calabazas de papel a la entrada) , pero no «me siguio» el resto de compañeros de la biblio
    Hace unos años en una Universidad de Madrid, en la cafeteria las camareras nos llevaban puestos gorros de bruja, y la verdad es que nos impacto y nos parecio muy buena idea, pero parece que en las bibliotecas somos mas «sosas» 😦

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