Correspondencias

cartaHubo un tiempo en que el ser humano, aunque hoy pueda parecer mentira, no utilizaba ni SMS ni guasaps para comunicarse. Utilizaba cartas, cartas escritas a mano (de puño y letra, se decía) en cuartillas de papel, introducidas en sobres de papel de rectangular tamaño, adornados en sus esquinas con sellos y timbres como justificación del coste de su envío, y arrojadas a amarillos buzones de oscuros interiores. Cartas que, tarde o temprano, llegaban a los buzones de sus destinatarios, quienes con regocijo o con infinita tristeza y melancolía recorrían con la mirada sus líneas interiores, escritas con una caligrafía más o menos inteligible (según el remitente fuera más o menos médico). Hoy en día, las únicas cartas que conocemos son las que mandan nuestros niños a los Reyes Magos o las que se publican en las secciones de las revistas científicas y periódicos bajo el epígrafe de “cartas al director” (todo un anacronismo que pronto debería sustituirse por una sección denominada “emails o guasaps al director”).

De esta guisa se han comunicado durante décadas nuestros abuelos, padres y tíos, y también insignes personajes que de esta forma (cuando aún no había Internet ni nadie que la inventara) ponían en conocimiento de sus colegas sus hallazgos, sus dudas y sus problemas. De esta guisa hemos sabido de las ideas, pensamientos y pesares de Simon de Beavouir y Jean-Paul Sartre, de Stefan Zweig y Joseph Roth, de Freud, de Van Gogh, de Kafka, de Einstein.. de Cortázar o de Bécquer. De esta guisa suponemos que Hipócrates comunicaría a sus colegas de la Tesalia su famoso juramento, Galeno solicitaría a su editor unas semanas más para publicar su Tratado sobre el sueño, Miguel Servet reclamaría a su proveedor habitual unas cuartillas de mejor calidad o Alexander Fleming felicitaría la Navidad a sus colegas del Chelsea Arts Club. Y de esta guisa también Santiago Ramón y Cajal se carteó con sus colegas, amigos, parientes y conocidos. De forma bastante prolífica, por cierto, como acabamos de descubrir por la prensa (El misterio de las 12.000 cartas perdidas de Ramón y Cajal), ya que no sólo fue capaz de investigar, atender a sus pacientes y dar clases, sino que también tuvo tiempo para escribir miles de cartas en las que dar cuenta de sus progresos y hallazgos, sus pesares y sus dudas. Todo un compendio de ciencia. Sin embargo, tristemente muchas de ellas, como ha señalado ese mismo periódico, no están donde deberían estar, sino en paradero desconocido. Otro signo más de nuestra tradicional desidia hacia nuestros científicos. Suerte que quien ha descubierto este agujero negro en la correspondencia de Cajal, Juan Antonio Fernández Santarén, ha publicado este año un libro con cientos de ellas en la editorial Esfera de los Libros: “Santiago Ramón y Cajal. Epistolario”.

La culpa de este desaguisado quizás fuera de Cajal por adelantarse un siglo y medio a su tiempo, pues si hubiera nacido tal que ahora y en vez de español hubiera sido finés, no habría tenido ni la necesidad ni la oportunidad de escribir cartas a mano y con pluma estilográfica. Como anuncia otro medio de comunicación, en este país de los nortes de Europa, los alumnos van a dejar de escribir a mano y realizar todas sus tareas con el teclado del ordenador. Lógica decisión en un mundo tecnificado, que irremediablemente borrará de un plumazo en las vidas de estos futuros adultos europeos muchos romanticismoa. Porque… ¿sabrán los fineses de mediados del siglo XXI apuntar un número de teléfono en las palma de su mano? ¿Sabrán realizar grafitis reivindicativos en los muros desnudos de la ciudad de Helsinki? ¿Ya no escribirán los nombres de sus primeros amores, con una pequeña navaja, en las cortezas de los árboles del parque nacional de Koli? ¿Cómo ficharán en un futuro a sus futbolistas si desconocerán cómo escribir a mano un precontrato en una servilla de papel de un bar? ¿Tendrán que apuntar a hurtadillas en un pequeño papel la lista de la compra? Lo mejor de estos avances es que dentro de cien años, además de todos calvos, ni fineses ni españoles nos lamentaremos de las pérdidas de las cartas escritas a mano por los próximos premios Nobel. Entonces buscaremos con afán de coleccionista sus primeros tuits, que en el caso de España también habremos extraviado.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Sevilla, 2016

congreso_sevilla“La lluvia en Sevilla es una pura maravilla”. Esta es la frase que el profesor Higgins obligaba a repetir una y mil veces, en “My Fair Lady” (George Cukor, 1964), a la joven Eliza Doolittle, en su intento por transformarla en una dama de la alta sociedad. Frase que no es sino la forzada equivalencia en el doblaje castellano de la no menos famosa “The rain in Spain stays mainly in the plain”. Ambas todo un ejercicio de dicción pero un despropósito climatológico (si bien, en años de sequía, la lluvia en Sevilla es bien agradecida). Esperamos que los cientos de bibliotecarias y bibliotecarios que en 2016 acudan a Sevilla no se encuentran precisamente con lluvia, sino con un sol espléndido.

Porque 2016 no es la fecha de un mundial de fútbol, ni de unas olimpiadas. Ni siquiera el lugar de reunión anual de todos los apellidados López desperdigados por el mundo. Es más sencillo que todo eso, pero mucho más importante para quienes trabajamos en bibliotecas de ciencias de la salud. Sevilla 2016 será el momento en que se celebren por segunda vez en nuestro país (la primera fue Santander) las Jornadas de la EAHIL (European Association for Health Information and Libraries).

La semana pasada hemos tenido conocimiento, por letra y firma de quien va a ser la máxima responsable de este evento, Verónica Juan, que Sevilla va a acoger, con lluvia o sin ella, pero con mucha profesionalidad, a cuantas bibliotecarias europeas (y bibliotecarios) tengan a bien durante unos días de junio acercarse al sur de España para compartir experiencias y proyectos con sus colegas españoles, que somos nosotros.

Para quienes no gusten de hacer largos viajes, para quienes hayan extraviado sus DNIs o pasaportes, y para quienes gusten de tierras andaluzas, qué mejor oportunidad para pasar unos días “bibliotecarios” en la capital hispalense, aprendiendo y enseñando, conversando y reflexionando. Ya tenemos conocimiento del buenhacer de nuestras compañeras al sur de Despeñaperros por su presencia y existencia en Bibliosalud (Sevilla, Granada, Málaga, Cádiz) y a buen seguro lo volverán a demostrar en junio de 2016. Aunque mucho puede llover de aquí a entonces (si hacemos caso al profesor Higgins), habrá que ir sacando billete y animando a los de allende los Pirineos a que vengan al Guadalquivir, para comprobar en carne y hueso las premonitorias palabras de Miguel Bosé: El corazón que a Triana va / Nunca volverá / Sevilla… / Con qué pasión te enamorará / Y te embrujará / Sevilla…

Y a sus bibliotecarias y bibliotecarios puede que también.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Dos años, un sí y un no

veredictoDos años y dos sentencias han terminado por dar la razón a los 77 profesionales que no entendían el por qué del fin de su relación laboral con la Comunidad de Madrid en la calle Gran Vía 27. Es muy cierto que el alquiler del edificio de la desaparecida Agencia Laín Entralgo era muy caro (excesivamente), tan cierto como que cierto periódico preparó el terreno del cierre aireando ese desorbitado alquiler. Como tan verdadero es que la Agencia debió de regresar al edificio de O’Donnell del que fue desalojada por obras, pues era su espacio natural, junto al Marañón, junto a la Maternidad, junto al Santa Cristina, junto al Área 2…

Tras un ERE en 2012 a sus trabajadores, en el que algunos responsables de la institución fueron incapaces de dar la cara y otros demostraron manifiestamente una falta de educación hacia unos profesionales que habían dedicado diez años al sistema sanitario público madrileño (este sistema público que es difícil reconocerlo entre las ruinas de lo que el neoliberalismo está dejando a su paso por el centro del país), la Sala 6 de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, en el verano de 2013, daba la razón a la Consejería de Sanidad declarando “ajustado a derecho” dicho ERE al considerar que no hubo infracción en el proceso, que no se vulneraron los derechos fundamentales recogidos en la Constitución y que se cumplieron los requisitos establecidos.

Como era de esperar, dicha sentencia fue recurrida y heet aquí que el 28 de noviembre de este año 2014, esto es, la semana pasada, la Sala de lo Social del Tribunal Supremo declaraba justamente lo contrario, “no ajustado a derecho” el ERE de los trabajadores de la extinta Agencia Laín Entralgo (noticia que ya ha sido recogida por algunos medios de comunicación, como la Cadena SER), basándose en que «la entidad de los problemas económicos no justificaba un despido tan masivo como el realizado”.

Es la economía, estúpido, dijo aquel. Y adorando este becerro de oro (al mismo tiempo que algunos de estos privilegiados feligreses se embolsaban los bolsillos de dinero y bienes ajenos) llevan haciéndose en este país y en estas Comunidades toda una serie de desmanes, tropelías y despilfarros de lo público que la Justicia (cuando la dejan) intenta poner en su sitio. El cierre de la Agencia Laín Entralgo (nunca bien explicado o, al menos, no explicado en sus justas razones), nunca tuvo que haberse producido, pues antes pudo haberse trasladado a otro edificio menos oneroso o haberse racionalizado sus gastos si al parecer eran tan desorbitados… pero para eso faltaban cabezas pensantes y voluntad para solucionar los problemas. No sé si es oportuno volver a poner en marcha esta Agencia, máxime cuando la Consejería ha absorbido (como ha podido) sus funciones (que no su funcionamiento), pero sí es oportuno que esta sentencia devuelva a sus trabajadores el respeto profesional arrebatado y, como ya dije hace tiempo, es hora de dar también las gracias al apellido familiar que lo cedió gentilmente para dotar de un adjetivo a la Agencia.

A dos años de este sinsentido he tenido la oportunidad de seguir ejerciendo mi profesión en un hospital público, donde mi trabajo es más reconocido y respetado que lo fue en dicha Agencia por sus responsables. Es triste y lamentable, pero mientras en Servicios Centrales de las Consejerías primen más las pertenencias a grupos políticos que la profesionalidad poco podremos esperar de una buena gestión de la sanidad, de la educación, del medio ambiente, del transporte…

Desconzco a día de hoy las consecuencias de esta decisión judicial, pero la satisfacción (compartida con otros 76 compañeros) de este veredicto final nadie nos la puede arrebatar.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Un beso y un libro

minionsUn beso, salvo que se dé en plena calle como el famoso beso de Robert Doisneau, es un acto más o menos íntimo, que incumbe por lo general a dos (aunque hay excepciones que no es necesario aclarar). Sin embargo, como acaban de demostrar unos investigadores holandeses, resulta que de  íntimo tiene bien poco, por mucho que se dé bajo las sábanas de un lecho o en el cuarto oscuro de las escobas. Ya que todo beso (incluido el histórico de tornillo entre Breznev y Honecker que adornaba el muro de Berlín) es un acto multitudinario en el que intervienen no sólo la pareja protagonista, a la que pertenecen las bocas en cuestión, sino también más de 80 millones de “invitados” (en un beso, por ejemplo, de 10 segundos, según los investigadores), que no son otros que esos millones de bacterias que en busca de nuevos mundos fluyen de una cavidad bucal a otra, sin que la pareja, ensimismada en su enamoramiento, sea consciente de tal flujo migratorio. Al final, como dicen los astrónomos, no estamos solos en el universo, y recorremos este mundo además de con nuestras circunstancias también con cientos de millones de bacterias, que campan a sus anchas dedicadas a sus menesteres.

Y ahí comienzan mis preguntas. Si en un beso de boca a boca de 10 segundos (ojo a partir de ahora con los besos de los socorristas o de los médicos del SAMUR) viajan 80 millones de bacterias (ojo al dato, en España nos ha costado sesis meses para que llegaran 28 millones de turistas), ¿cuántas bacterias viajan en un libro prestado en el mostrador de la biblioteca? Según otros investigadores, esta vez de la Univesidad de Búfalo, las bacterias, sobre todo los Streptococcus pneumoniae y Streptococcus pyogenes, suele afincarse en lugares inanimados durante más tiempo del deseado, sin ir más lejos juguetes y libros. Luego, ¿tienen más bacterias los libros de una biblioteca hospitalaria que los de una biblioteca pública? ¿Hay más bacterias en un libro de microbiología que en otro de pediatría? ¿Tienen más o menos bacterias las cartas al director que los artículos originales? ¿Un libro impreso que un libro electrónico? ¿PubMed que la WOS? ¿Una revista internacional que una revista española? ¿Deberemos a partir de ahora ponernos guantes (con el riesgo de ser confundidos con una bruja) cada vez que prestemos un libro y, por supuesto, no dar besos de tornillo a nuestros usuarios? Si nos volvemos unos remilgados, unos asépticos y unos ultraconservadores, ¿no estaremos coartando la libre circulación en la Unión Europea de esos millones de bacterias que hartas de habitar el mismo cuerpo durante años desean ver mundo, aunque sea a través de una boca conocida o desconocida? Por cierto, hay más bacterias en PubMed (1.045.858) que en la Web of Science (630.258).

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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No tenemos escoba

brujas1Los tópicos no por repetidos son más verdaderos ni ciertos. La profesión de bibliotecaria lleva arrastrando durante siglos algunos de ellos, principalmente por ejercer con celo y profesionalidad su profesión. Uno de ellos es el de la brujería. Y no me estoy refiriendo únicamente a la serie “Las brujas de East End”, donde una de sus protagonistas, Ingrid (Rachel Boston) trabaja como bibliotecaria. Tampoco es que haya dado por hacer pócimas en las bibliotecas en vez de servir libros, sino que precisamente por querer preservar el silencio y conservar nuestros fondos, muchos usuarios nos van tildando de brujas, más que brujas. ¿O es imaginación mía que algunos usuarios van refunfuñando estas palabras por los pasillos?

brujas2¿O es que nadie ha oído con meridiana claridad expresiones como: qué bruja y qué agria es esta bibliotecaria que no para de mandarnos callar, qué bruja y qué borde que no me ha dejado renovar por cuarta vez este libro (libro que, por cierto, lleva prestado el usuario desde hace cuatro meses y aún no lo ha terminado de leer), qué bruja y antipática que no me dejado comerme un bocata en la sala de lectura, qué bruja que no me ha prestado para casa un número del BMJ o qué bruja que no me pasado sus contraseñas de la biblioteca virtual.  Y si uno navega por internet también podrá encontrar perlas literarias e imágenes que asocian estas dos profesiones tan antiguas. Sin ir más lejos, ésta imagen de la izquierda, totalmente alejada de la realidad bibliotecaria del siglo XXI.

Pues bien, ya va siendo hora de romper una lanza en favor de las bibliotecarias y romper este mito ancestral. Para ello no acudiremos a las definiciones canónicas que tanto la British como la RAE nos ofrecen del término «bruja», sino que acudiremos a uno de los máximos expertos y especialistas en la materia, al escritor británico Roald Dahl (a quien ya mencionamos en estas mismas páginas hace algunos meses, “La m con la a, ma”), quien en su libro “Las brujas” (Alfaguara, 2002) realiza una de las más certeras descripciones  de lo que es una bruja a través de la descripción que una abuela va haciendo a su nieto de estos personajes de capirote y escoba:

1.-  “En primer lugar, una bruja de verdad siempre llevará guantes cuando la veas… Porque no tiene uñas. En vez de uñas, tiene unas garras finas y curvas, como las de los gatos, y lleva los guantes para ocultarlas.”

2.- “La segunda cosa que debes recordar es que las brujas de verdad son siempre calvas. Calvas como un huevo duro. Una bruja de verdad lleva siempre peluca para ocultar su calvicie.”

3.- “Sin embargo, estas pelucas les causan un problema bastante serio a las brujas… Hacen que el cuero cabelludo les pique terriblemente. Les produce un picor espantoso y una irritación muy desagradable en la piel de la cabeza. Las brujas le llaman “erupción de peluca”. Y pica rabiosamente.”

4.- “Fíjate en los agujeros de la nariz. Las brujas tienen los agujeros de la nariz ligeramente más grandes que los de las personas normales… Para oler mejor. Una bruja de verdad tiene un olfato realmente asombroso. Es capaz de oler a un niño que esté al otro lado de la calle, en una noche oscura como boca de lobo… Un niño completamente limpio despide un hedor espantoso para una bruja. Cuanto más sucio estés, menos hueles.”

5.- “Míralas cuidadosamente a los ojos, porque los ojos de una bruja de verdad son diferentes de los tuyos y de los míos. Mírala en el centro de cada ojo, donde normalmente hay un puntito negro. Si es una bruja, el puntito negro cambiará de color, y verás fuego o verás hielo bailando justo en el centro de ese punto.”

6.- “Los pies. Las brujas nunca tienen dedos en los pies.. Sus pies son cuadrados y sin dedos.”

7.- “Su saliva es azul… Azul como el arándano… Hasta la usan para escribir. Usan esas plumas antiguas que tienen plumín y no tienen más que lamer el plumín… Si miraras con mucho cuidado, probablemente verás un ligero tono azulado en sus dientes. Pero no se nota mucho.”

Sin duda, es ésta de Dahl una de las más completas y científicas descripciones. Analizándola detalladamente y analizando el entorno, puedo concluir, sin temor a equivocarme ni un ápice,  que no existe bruja alguna en las bibliotecas de ciencias de la salud. Ni en turno de mañana ni en turno de tarde. Ni en atención al público ni ante el ordenador. Ni buscando en PubMed ni enviando un artículo por correo electrónico.

Así pues, cuando un usuario intente ver si no tenéis dedos en los pies, si vuestros dientes son azules o si tenéis los ojos raros, dadle una colleja más pronto que tarde, y si pueden ser dos, mejor que una. Y unas recomendaciones para terminar: por si acaso, nunca os rasquéis la cabeza delante de uno de vuestros usuarios ni llevéis guantes en la biblioteca, por mucho que se haya roto la calefacción y haga un frío de mil demonios. Por vuestro bien. Algunas lo hicieron en la Edad Media y ya sabéis cómo acabaron.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Socialpremio

socialpremio1Las bibliotecas de salud estamos de enhorabuena. No, no es porque hayan declarado en nuestro país una fecha especial para celebrar el día de las bibliotecas de salud o porque se haya convocado una semana de puertas abiertas en las bibliotecas sanitarias. Tampoco es porque se hayan milagrosamente incrementado nuestros presupuestos para el año 2015 ni porque de la noche a la mañana nos hayamos levantado con un sistema bibliotecario sanitario definitivamente vertebrado. La razón de esta felicidad compartida es más sencilla (y más cercana) y es la misma felicidad que hemos compartido en estas mismas páginas cuando hemos dado la enhorabuena a nuestras compañeras de la Biblioteca Nacional de Ciencias de la Salud, de las bibliotecas gallegas y de las bibliotecas andaluzas porque otras instituciones han reconocido su trayectoria y su profesionalidad. En esta ocasión ha sido SEDIC quien ha tenido el buen sentido de fijarse en un proyecto que hace no muchos años pusieron en marcha dos de nuestras compañeras, Socialbiblio.

socialpremio2Este reciente reconocimiento ha tenido lugar en el marco de la XVI Jornada Anual de Gestión de la Información, celebrada en la sede de la Biblioteca Nacional el pasado jueves 6 de noviembre, que estuvo dedicada al aprendizaje online y virtual, sistema que poco a poco va conformándose como una alternativa y complemento a la formación presencial. El denso programa, que se iniciaba a las 9 de la mañana y se extendía hasta bien avanzada la tarde, tenía un punto de inflexión en torno a  las 14,00 cuando SEDIC entregaba su IX Premio Nacional a la Calidad e Innovación. Para quienes no pudimos asistir al evento, pudimos contemplar a través de “streaming” cómo nuestras dos compañeras, Paula Traver y María García-Puente, responsables de SocialBiblio, subían a la derecha del estrado y se apostaban tras el atril para desgranar, la primera de ellas, un discurso sereno en el que explicó el porqué de esta plataforma de aprendizaje, por qué han contado hasta ahora con un centenar de profesores y por qué han sido ya miles de alumnos los que los miércoles se han apostado frente al ordenador para aprender y aprender. Rubricó María las palabras de Paula agradeciendo a quienes les han apoyado en esta trayectoria y muy especialmente a quienes han “sufrido” sus ausencias los miércoles por la noche mientras Socialbiblio se hace presente con cada nueva sesión. Somos ya muchos compañeros los que, si no hemos podido por razones horarias comprensibles plantarnos en directo a ver y oír, hemos podido consultar a posteriori y en diferido los materiales que docentes y responsables de la plataforma han ido depositando en sus páginas. Por ello y por el premio de la SEDIC, felicidades Paula y María, María y Paula.

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(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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La bibliotecaria que nunca existió

desayuno1La joven Holiday («Holly») Golightly y su amigo, el joven y prometedor escritor que hace las veces de narrador, habían nacido en 1958 de la imaginación y de la máquina de escribir del estadounidense Truman Capote. Holly era una joven de veinte años huida de la América rural, instalada en un pequeño apartamento de Nueva York y muy bien relacionada con los más solicitados varones de la alta sociedad. En otro apartamento de la misma casa vivía un joven que intentaba, sin mucho éxito, ser escritor. El joven, paseando un día por los alrededores de la Biblioteca Pública de Nueva York, vio cómo Holly entraba en dicho edificio…:

Una tarde, mientras estaba esperando un autobús en la Quinta Avenida, me fijé en un taxi que aparcaba en la acera de enfrente. Se apeó una chica, que luego subió corriendo la escalera de la biblioteca pública de la calle Cuarenta y dos. Entró antes de que la reconociese, cosa disculpable dado que no era fácil relacionar a Holly con las bibliotecas. Dejé que la curiosidad me empujara a pasar entre los leones de la entrada, mientras discutía conmigo mismo sobre qué era más conveniente, si reconocer ante ella que la había seguido, o fingir que era una coincidencia. Al final no hice ni una cosa ni la otra, sino que me escondía varias mesas de distancia en la sala de lectura, que es donde ella se había instalado, parapetada detrás de sus gafas oscuras y una fortaleza de libros que había amontonado en su pupitre. Pasó a toda velocidad de un libro a otro, se detuvo intermitentemente en alguna que otra página, siempre con el ceño fruncido, como si las letras estuvieran impresas del revés. Tenía un lápiz apoyado en el papel: nada parecía llamar su atención aunque, de vez en cuando, como si fuera de pura furia, garabateaba laboriosamente. […] Estas profundas observaciones hicieron que me olvidase del lugar donde me encontraba, volví en mí, sobresaltado por la sombría luz de la biblioteca, y totalmente sorprendido otra vez de encontrar allí a Holly. Eran más de las siete, y estaba retocándose el carmín de los labios, y modificando, mediante la adición de un foulard y unos pendientes, el atuendo que le había parecido más adecuado para una biblioteca a fin de convertirlo en el adecuado para el Colony. Una vez se hubo ido, me acerqué a la mesa en donde había dejado sus libros, que eran lo que yo quería ver. El sur del pájaro del trueno. Rincones desconocidos del Brasil. La mentalidad política latinoamericana. Y así sucesivamente.”

Tres años más tarde, Blake Edwards, con ayuda del guionista George Axelrod  (y basándose en el relato “Breakfast at Tiffany’s) dieron vida cinematográfica a Holly (Audrey Hepburn) y al escritor (George Peppard), que en el film tomaba el nombre de Paul Varjak. La escena en la biblioteca pública de Nueva York, ideada por Capote, adquiría así forma cinematográfica:

Guionista y director acudirían una segunda vez a la biblioteca pública (o, mejor dicho, una primera vez, pues la secuencia es temporalmente anterior a la ya comentada líneas arriba) cuando Holly y Paul deciden realizar una mañana ciertas travesuras y transgresiones para celebrar que el escritor ha recibido 50 dólares de su editor por un cuento que le acaban de publicar. Acuden a Tiffany’s con la ingenua intención de comprar una joya por un importe inferior a los 10 dólares, roban a la carrera unas caretas de plástico en unos grandes almacenes y además, por iniciativa de Paul, entran en la Biblioteca Pública de Nueva York. Allí, el escritor explica a Holly cómo funciona una biblioteca o para qué sirven las gavetas con las fichas catalográficas de los libros. Ella decide buscar en dichas gavetas el único libro que hasta ahora ha escrito su amigo y ante su asombro lo encuentra en uno de los ficheros. Deciden entonces pedirlo a un joven bibliotecario y tras, unos minutos de espera, son llamados al mostrador para recoger su petición. Holly intenta explicar en voz alta que Paul es el autor del libro y la bibliotecaria (interpretada por la actriz Elvia Allman) les pide con toda lógica, dado el lugar, que guarden silencio. Mientras, Paul comienza a garabatear un autógrafo en su propio libro, a lo que la bibliotecaria (sin gafas y sin moño, toda un signo de modernidad) les recrimina que están dañando una propiedad pública. Deciden marcharse y entonces, con gran sensatez, Holly sentencia que en “Tiffany’s son más simpáticos”.

Sin embargo, esta bibliotecaria que les ruega silencio y les recrimina….

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nunca existió. Ni en la imaginación ni en la prosa de Truman Capote. Quizás porque al escritor:

UNO.- No le gustaban las bibliotecarias (como a muchos de nuestros dirigentes, si nos atenemos a los continuos los recortes presupuestarios)

DOS.- Las tenía en alta consideración, y por ello no era cuestión de escribir para ellas un  insignificante papel en su corta novela (algo que no parece plausible en un país como el suyo, donde bibliotecas y bibliotecarias gozan de alta estima social)

TRES.- La novela era tan corta y con tan pocos personajes que no había lugar además para una bibliotecaria neoyorquina (de hecho, aunque parezca mentira, hay muchas novelas en las que no figura la más mínima bibliotecaria entre sus personajes); y

CUATRO.- Consideraba que las bibliotecas gozaban de tal proceso de automzatización, que no era necesario una bibliotecaria (ni más ni menos como piensan algunos de nuestros gestores, aunque éstos no creo que sea porque piensen que nuestras bibliotecas están altamente automatizadas).

Al margen de estas elucubraciones, y vista la escena filmada por Blake Edwards, a quien de verdad parece que no le gustaban las bibliotecarias era al propio director o, en su defecto, a  su guionista (quizás todo sea un ajuste de cuentas cinematográfico ante una bronca por un préstamo no devuelto en fecha o una pequeña venganza de guión por un noviazgo mal avenido con una profesional bibliotecaria).

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Perfiles (y 2)

La amenaza de Andrómeda (2008)

La amenaza de Andrómeda (2008)

De frente y de perfil, así son las imágenes que la policía recoge de los delincuentes (sean del guante que sean), pero en bibliometría sólo con los perfiles nos es suficiente para estudiar comportamientos y tendencias. La pasada semana traíamos a estas páginas las líneas ascendentes de la evolución de la producción científica en casos de alertas como el ébola, la gripe aviar o la encefalopatía espongiforme bovina. Todas ellas desde PubMed. Y con toda lógica otras bases de datos se han quejado por no recibir el mismo trato de favor por parte de quien esto escribe. Para dar respuesta a estas quejas abrimos esta ventana a la WOS, aprovechando los datos que ésta nos ofrece, para mostrar no sólo el perfil de la producción científica sino también el de las citas (algo que aún PubMed no ofrece, tiempo al tiempo). Estos datos permiten comparar si el comportamiento, por ejemplo, en casos como los del ébola son similares en cuanto a la evolución de la producción (necesidad de publicar para informar sobre el asunto) y del consumo (necesidad de leer para publicar e informar).

Veíamos la semana pasada como, desde Pubmed, el perfil de la producción del ébola (2.025 trabajos) mostraba una curva ascendente desde los años 90 del pasado siglo, mostrando un primer subidón en el 94, una pronunciada ascendencia hasta más o menos el 2007, produciéndose de nuevo un alza hacia 2010 y en los dos últimos años, con el nuevo brote, la curva casi se convertía en pared vertical (vamos, como subir el Angrilu).

ebola2-1Pues bien, tomando los datos de la producción de la WOS (consultando ébola como Título para evitar los ruidos que podían producirse si consultamos por Tema), la curva de la evolución de la producción científica (1.698 trabajos) resulta tremendamente similar.

ebola2-2De tal forma que si las solapamos (azul, PubMed; roja, WOS), nos encontramos con dos hermanas casi casi gemelas.

ebola2-3Después de hacer estos cambalaches nos pusimos manos a la obra con las referencias a través de los afamados “informes de citas”, sí, esos que agazapados reflejan nuestra situación ante el mundo y además nos ofrecen el no menos afamado “índice h”.

ebola2-4Así, pudemos comprobar cómo el perfil de la producción anual sobre el ébola (gráfico de la izquierda), basado en búsqueda por título, es muy similar al que ofrecíamos la semana pasada en PubMed, basado en términos MeSH; sin embargo, el perfil de citas, comparado con el de la producción en WOS, muestra un cierto apelotonamiento y no es tan descarado ese desbordamiento de producción científica que se producía en 2014. Quizás las alertas sanitarias sí tienen un reflejo más inmediato en la producción científica (como vemos el brote reciente y grave de ébola se ha traducido en un acelerón de la producción) pero no tanto en el uso y consumo de la literatura, que se demora y ralentiza en años mientras los autores van digiriendo todo lo publicado. De ahí que la curva de las citas recogidas en WOS sobre el ébola muestre un perfil más suave al principio, propio de un puerto de montaña de segunda categoría, que en años posteriores también toma aspecto del Angrilu.

ebola2-5Veremos en un futuro, como decíamos la pasada semana, cuándo llegaremos al período de estancamaimento del que hablaba Price, señal de que el virus del ébola es historia.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Perfiles

estallidoDesde los años 70 del siglo pasado, cuando Price hablaba del crecimiento exponencial de la información, prácticamente no ha habido noticia o proceso informativo que no cumpla esta ley universal de la documentación. Por poner un ejemplo, el reciente, mediático y ya largo y dramático brote de ébola de 2014, que tiene sus frutos documentales en la propia base de datos PubMed. Los primeros trabajos que en ella se recogen datan de 1977, un año después de que fuera detectado por vez primera este virus en el río que le da nombre, en el antiguo Zaire y hoy República del Congo. La producción científica sobre este virus se ha mantenido en unas cifras más bien discretas durante 20 años hasta que en 1995 ha aumentado hasta los 50 artículos, y ha seguido creciendo muy muy lentamente hasta los años 2012 y 2013 con casi 150 trabajos, y ha terminado destapándose en 2014 con uno de los brotes de este virus más virulentos, donde ya PubMed recoge casi 400 trabajos y aún no hemos terminado el año.

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¿Es este el principio de un perfil de producción cientñifica que con los años puede asemejarse a otra alerta sanitaria mundial como fue la de la gripe aviar (“influenza in birds», según MeSH), donde a comienzos de la primera década del siglo XXI pasó de 0 a  600 artículos en cinco años y se ha mantenido desde entonces con una producción anual de unos 400 trabajos?

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¿O a otra de las enfermedades que ha traído en jaque a todo el mundo desde el último tercio del siglo XX, el SIDA (“acquired immunodeficiency syndrome”, según MeSH)? Con  un crecimiento de 0 a 6 mil artículos en ocho años y un descenso anual continuo hasta estos años de principios de siglo XXI, cuando parece haberse controlado su prevención y tratamiento (aún así este descenso, en 2013 se han contabilizado, en PubMed, 690 artículos).

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¿O tendrá un comportamiento como el de la “enfermedad de las vacas locas” (“encephalopathy, bovine spongiform”, según los MeSH), que de 1991 a 1996 multiplicó por diez su producción, para descender los años siguientes, mostrar un nuevo pico en 2001 y ofrecer en los años siguientes un descenso continuo hasta los 50 artículos en 2013?

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El tiempo dirá. Nos emplazamos para dentro de 10 años, cuando podramos ver la curva con mejor perspectiva, si antes no tenemos que actualizar estas gráficas con otra nueva pandemia.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Bibliotecarias por el mundo

codigoA falta de becas y estancias en el extranjero, no hay nada como la televisión para aprender de las costumbres ajenas. Ya hemos visto lo bien que se vive en el extranjero gracias a series de programas como “Españoles por el mundo” y sus spin-off como “Leperos de crucero”.  Ahora le toca el turno a las distintas profesiones (en este mundo, aunque parezca mentira, existen otros profesionales además de cocineros  y aprendices de cocina). Desde Australia nos llega el programa “Librarians around the world”, que a los que vivimos por las mañanas (o por las tardes, según su turno) tras el mostrador de una biblioteca nos permite aprender de nuestras colegas más experimentadas. (lo dicho, a falta de becas y estancias en el extranjero)

En el primer programa tuvimos la suerte de conocer a Pamela Gettum, ilustre bibliotecaria del Departamento de Teología y Estudios Religiosos del King’s College, en Londres, una mujer que, en palabras de Dan Brown, uno de sus biógrafos, tenía “una expresión inteligente y cara de erudita, y hablaba en un tono agradable. De una cadena le colgaban unas gafas de pasta gruesa”. Por fin, una bibliotecaria sin moño y caracterizada por su interior y no sólo por su exterior (aunque no falte un atributo reglamentario, como las gafas, y además de pasta).

melbournetvEn el programa asistimos a la recreación de una visita cualquiera de un usuario cualquiera para, en el desvelamiento de su actividad diaria, conocer la costumbres y trabajo de una bibliotecaria británica. A la sala de lectura acuden, como se ha dicho, un día cualquiera, un profesor americano y una criptóloga francesa (usuarios de lo más normales, vamos). El profesor, que dice llamarse Langdom, le pide a la bibliotecaria  “si no es mucho inconveniente” (no sólo las bibliotecarias británicas son educadas, también lo son sus usuarios) si les puede “ayudar  para obtener cierta información”. Y hete aquí que la bibliotecaria pone “cara de extrañeza” (gesto subrayado en los subtítulos). Mal ejemplo han escogido en el programa pues ¿no se supone que las bibliotecarias estamos para ayudar a los usuarios? Será que es funcionaria, dirán los neoliberales, hay que privatizar las bibliotecas, añadirán frotándose las manos. O, a lo mejor, nos preguntamos los espectadores hispanos, ¿es que no estará acostumbrada a que le pregunten educadamente las cosas?

La solución es más sencilla y profesional. Como centro de documentación especializado en temas religiosos, la entrada está restringida a investigadores: “Normalmente nuestros servicios los prestamos sólo tras concertación de cita previa, a menos, claro, que haya sido invitado por alguien en el College”.  Se excusa entonces el usuario, que no ha debido de leer las normas de acceso al centro ni en Internet ni a la puerta de la biblioteca (tampoco las han debido de leer los australianos productores del programa): “Me temo que hemos venido sin avisar. Un amigo mío me ha hablado maravillas de usted. Sir Leigh Teabing”.

¿Cuál es entonces la actitud de la bibliotecaria ante este comentario tan elogioso por parte de un usuario? Soltar una carcajada y expresar: “Vaya, sí. Qué personaje. ¡Un fanático! Siempre viene por lo mismo. El Grial, el Grial, el Grial…” Escena que el montador del programa debería haber cortado tajantemente pues ¿quiero eso decir que es habitual entre las bibliotecarias británicas criticar abiertamente los vicios y costumbres de sus usuarios? Un desliz que habrá que atribuir más bien a los nervios del directo y a la inexperiencia ante las cámaras de Pamela Gettum.

Los usuarios vuelven a la carga, y Sophie, la criptógrafa acompañante de Langdom pregunta: “¿Accedería entonces a ayudarnos?  Es bastante importante.” La bibliotecaria les guiña un ojo (no sabemos si por complicidad o por tener  un tic nervioso) y les contesta: “La excusa de que estoy muy ocupada no sería muy creíble, ¿verdad? Con tal de que firmen en el libro de registro, no veo que pueda haber ningún inconveniente. Humor británico. Desconocemos si la gracia de esta conversación radica en presentarnos a una bibliotecaria con escasas ganas de trabajar o radica en hacerles firmar en un libro de registro en plena era electrónica. El caso es que la bibliotecaria se coloca sus atributos (o sea, las gafas) y examina la búsqueda que, a modo de ejercicio práctico, le entregan nuestros dos usuarios (que no sabemos si son cómplices de los australianos o de la propia bibliotecaria o pasaban simplemente por allí), intentado ponerla en un brete; pero ella es una profesional:

En la ciudad de Londres, enterrado
por el Papa reposa un caballero.
despertaron los frutos de sus obras
las iras de los hombres más sagrados.

Si un usuario, en nuestra biblioteca de hospital, nos llega un lunes a primera hora con una búsqueda de tal calibre para hacérsela en PubMed le mandamos a freír espárragos. No así Pamela Gettum, que es británica y políticamente correcta. Como buena profesional, y mirando a la cámara, la bibliotecaria comenta: “Vamos a ver qué encontramos en la base de datos”. Por fin una bibliotecaria que no busca libros, sino que utiliza las nuevas tecnologías. Buena elección pues para la primera protagonista de “Librarians around the world”. En un breve inciso, para entender la situación, el narrador nos hace saber que “durante las dos últimas décadas, el Instituto de Investigación de Teología Sistemática del Kings College había recurrido a sistemas informáticos de reconocimiento óptico de caracteres y a programas de transcripción lingüística para digitalizar y catalogar una enorme colección de textos, enciclopedias de religión, biografías religiosas, escritos sagrados en diversidad de lenguas, historias, cartas del Vaticano, diarios de miembros del clero, cualquier cosa que tuviera alguna relación con la espiritualidad humana. Como en la actualidad aquella ingente cantidad de documentación estaba en forma de bits y bytes, y no de páginas físicas, los datos eran mucho más accesibles.”

La bibliotecaria se sienta entonces frente a su ordenador y, en primer plano, comienza una clase magistral de búsquedas bibliográficas: “Para empezar, un poquito de álgebra de Boole combinada con algunas palabras clave, a ver qué pasa… LONDRES, CABALLERO, PAPA”, explicando luego a la audiencia según mira a cámara: “Le estoy pidiendo al sistema que nos muestre todos los documentos en cuyos textos aparezcan estas tres palabras clave. Nos dará muchas más entradas de las que necesitamos, pero para empezar nos será útil.” ¿Quién ha dicho que la tele no es didáctica?

Mientras las cámaras recorren en panorámica la sala de lectura, la bibliotecaria, en otro rasgo de su excelente profesionalidad, examina los resultados que le muestra la pantalla, un total de 2.692. (No es por nada, pero en PubMed, miles de referencias más y en mucho menos tiempo).

Un nuevo rasgo de su profesionalidad, que deja anonadados a los espectadores, a los dos usuarios y al cámara australiano (que no es australiano sino neozelandés, pero para nuestro caso es lo mismo): “Deberemos afinar más los parámetros” (O sea, eso de los límites y de los filtros que nos empeñamos en enseñar a nuestros usuarios. Estoy por hacer una copia del documental y ponerla antes de cada clase de búsquedas bibliográficas). Prosigue con su clase magistral: “Si la búsqueda tiene que ver con el Grial, debemos introducir palabras clave relacionadas. Añadiré un parámetro de proximidad y eliminaré la ponderación de títulos”. (Los australianos, con los ojos como platos). “Así limitaremos los resultados a los textos que tengan que ver con el Grial”. Y la bibliotecaria propone entonces una nueva estrategia con otros operadores: “Buscar: CABALLERO, LONDRES, PAPA, TUMBA. Con una proximidad de 100 palabras de: GRIAL, ROSA, SAMGREAL, CÁLIZ.” Un poco exagerada con eso del operador de proximidad tan lejano, ¿no? Será una costumbre británica de las 5 de la tarde.

Lo peor viene ahora, cuando los usuarios le preguntan cuánto tardará en la búsqueda y ella responde que “quince minutos”. ¡Sí, quince minutos”. Los dos usuarios se quedaron mudos pero Gettum se dio cuenta de que aquello les parecía una eternidad. ¡Cómo no les iba a parecer una eternidad. Por Dios, si PubMed con 22 millones de referencias tarda segundos!!! Deberían aprender los británicos de la tecnología documental estadounidense y biomédica.

Para paliar este tiempo muerto de quince minutos, la muy británica bibliotecaria en un rasgo más de su amabilidad les ofrece un té: ”¿Les apetece un té? A Leigh le encanta el té que preparo”. Lo que nos faltaba, además de buscar, catalogar, prestar, indizar, formar, ordenar y… ¡preparar tés! ¿Acaso no han llegado las máquinas automáticas de café, chocolate y té a Inglaterra? Según van apareciendo los resultados, los dos usuarios comprueban que no le son de mucha utilidad y, en nuevo rasgo que da fe de sus conocimientos en búsquedas automatizadas, les enseña cómo ver la información: “Haga click en el título hipervinculado. El ordenador le mostrará una prelog y tres postlogs para contextualizar la entrada”. Los dos usuarios no entendían nada pero hicieron click como Pamela les ordenaba y siguieron buscando, a lo que ella añadió:  “Esto es un juego de números. Dejemos que la máquina haga su trabajo.”

Cuatro minutos después, “cuando Langdon ya empezaba a temerse que no iban a encontrar lo que habían venido a buscar, en la pantalla apareció otra entrada.

La gravedad de un genio: Biografía de un caballero moderno.
-¿La gravedad de un genio? —repitió Langdon en voz alta para que Gettum lo oyera-. ¿La biografía de un caballero moderno?
Gettum asomó la cabeza por la puerta.
-Echémosle un vistazo -dijo pinchando sobre la entrada.
… honorable caballero, sir Isaac Newton…
… en Londres en 1727 y…
… su tumba en la abadía de Westminster…
… Alexander Pope, amigo y colega…
-Supongo que «moderno» es un término relativo -comentó Sophie en voz alta para que la bibliotecaria la oyera-. Es un libro viejo. Sobre sir Isaac Newton.
– Sir Isaac Newton es nuestro caballero.
Sophie seguía sentada.
-¿De qué estás hablando?
-Newton está enterrado en Londres –dijo-. Sus obras supusieron la aparición de nuevas ciencias que despertaron las iras de la Iglesia. Y fue un Gran Maestre del Priorato de Sión. ¿Qué más queremos?
-¿Quién ha dicho nada de un Papa católico?
Pulsó sobre la palabra «Pope» y apareció la frase completa: «El entierro de sir Isaac Newton, al que asistieron reyes y nobles, fue presidido por Alexander Pope, amigo y colega, que le dedicó unas palabras de elogio antes de echar un puñado de tierra sobre el ataúd.»
Langdon miró a Sophie. Sophie se levantó, boquiabierta. Jacques Saunière, el maestro de los dobles sentidos, había demostrado una vez más ser un hombre de una inteligencia excepcional.

Los dos usuarios se despidieron de nuestra protagonista bibliotecaria y se marcharon raudos a Westminster en busca de la tumba de Newton. La bibliotecaria, en tanto, se quedó con los australianos, a quienes explicó cómo hacer un té y, tras cerrar la biblioteca, les llevó a su pub preferido del barrio, donde se tomaron unas pintas y les explicó por qué se había hecho bibliotecaria. Pero esa es otra historia.

Por cierto, si encuentra algún día en la puerta de su biblioteca a estos dos usuarios

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(contratados como ganchos por los australianos para toda la serie de programas), póngase sus mejores galas pues es posible que salga en la televisión, y su biblioteca también.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Las cuentas de la lechera

viviresfacilComo todas las mañanas, tras sonar el despertador la bibliotecaria encendió la radio, encendió la cafetera, se duchó con relajadas prisas y se tomó un café de pie, con una tostada, mientras seguía oyendo la radio. Acabadas las noticias, la bibliotecaria apagó el transistor pero por su mente seguían dando vueltas unas cifras magnéticas que, con su carrera de letras, no sabía dimensionar. 15 millones de euros. 15 millones de euros. 15 millones de euros… Y comenzó a pensar (algo a lo que estaba acostumbrada desde pequeña y que ponía en práctica todos los días). Si una revista científica en formato electrónico puede costarle de media a una institución, pongamos por caso, unos 800 €, ¿cuántas revistas biomédicas se podrían haber suscrito durante diez años con 15 millones de euros? ¿Cuántas plataformas de revistas electrónicas se podrían haber suscrito? ¿Cuántos libros electrónicos? ¿Cuántos recursos de evidencia? ¿Cuántos uptodates, clinicalkeys y bestpractices? ¿Cuántas salas de lectura se podrían haber remodelado? ¿Cuántas bibliotecas podrían haber modernizado su parque de ordenadores? ¿Cuántos cursos de búsquedas bibliográficas se podrían haber impartido desde el Cabo de Gata a Finisterre con 15 millones de euros? ¿Cuántas Jornadas de Bibliosalud se podrían haber financiado? ¿Cuántas bibliotecas virtuales y cuántos opacs se podrían haber actualizado? ¿Cuántas becas y estancias en la National Library of Medicine podrían haberse sufragado con 15 millones, o con 7, o con 3 o con 1? Eso por no hablar de cuantos médicos, docentes y enfermeras podrían haberse contratado, de cuántos desahucios podrían haberse evitado, de cuántos comedores escolares podrían haber seguido funcionado, de cuántas familias dependientes podrían vivir más desahogadamente, de cuántas becas podrían haberse otorgado, de cuántas películas podrían haberse rodado, de cuántos bosques y cuántas calles podrían estar más saneados, de cuántos kilómetros de carreteras podrían haberse arreglado, de cuántos puestos de trabajo podrían haberse creado y de cuántos estudiantes sobradamente preparados no tendrían que haberse ido a Alemania. Cuando la bibliotecaria despertó, no encontró ni rastro de los 15 millones de euros ni tampoco del famoso dinosaurio de Augusto Monterroso, pero sí encontró frente a ella ese viejo OPAC  de la sala de lectura que algún día habría que renovar. Eso sin pensar en renovar su propio ordenador, que funcionaba un día sí y otro no.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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A primera fila

Primera plana (1974)

Primera plana (1974)

Los secundarios sostienen cualquier film y dan la réplica a las estrellas, están agazapados con su buen hacer a la espera de una buena oportunidad para ser ellos mismos los protagonistas, y aunque nunca lo lleguen a ser quedarán en nuestra retina secuencias memorables… en los films de John Ford, de García Berlanga, de Billy Wilder, de Howard Hawks. En la vida, en el trabajo, en el deporte, en la política y en la cola del autobús hay protagonistas y secundarios. Y en los recursos de información. La estrella es PubMed, aunque aún no tenga una ídem en el Paseo de la Fama, y dentro de esta ídem hay funciones principales y secundarias, y secundarias que llevan agazapadas toda la vida en la esquina superior de la pantalla.

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Personajes secundarios ccmo “Clipboard” que muchos de nuestros usuarios descubren en los cursos de formación y se enamoran de su utilidad virtual durante, al menos, ocho horas, y de su capacidad para ir engullendo todo tipo de versos sueltos (una referencia por aquí, dos por allá) que vamos encontrando en sucesivas e interminables búsquedas. Y de la noche a la mañana, de estar agazapado en una esquina resolviéndonos la vida, a la página principal de PubMed, al menos de momento. Ya tiene sus cinco minutos de gloria, de los que hablaba Warhol, y los usuarios esperamos que sean meses. Nos cae bien Clipboard.

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Como nos cae bien Clinical Key (la verdad es que a las bibliotecarias nos caen bien todos los recursos), que también se ha situado en primera fila de la información con las novedades que ha presentado esta semana: una interfaz más limpia, una letra más clara y con cuerpo mayor (útil para los que cada vez vemos menos), con un reagrupamiento de filtros, mejoras en la utilización de imágenes para crear presentaciones, y más recursos de información. Aunque aún le falte andadura y veamos en unos días las posibilidades de su nueva web con recursos en español, es buena noticia su nuevo desarrollo. UpToDate ya no está solo, y eso también es buena noticia para ambos.

Lo que no parece buena noticia es la aparición, también en primera fila, de algunos problemas en Swets. No lo tienen fácil los agentes en estos tiempos de lo electrónico. Les deseamos suerte, porque no es bueno, como decía la Biblia, que un proveedor esté solo.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

 

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Historia real (que no oficial) de esta nuestra crisis

CRISIS2Esta ya demasiado larga crisis sigue mermando salarios, vidas, esperanzas y nuestro sistema de salud, y sigue vaciando nuestras ciudades de jóvenes sobradamente preparados (buena parte, mucho más preparados que los cenutrios que nos han llevado a esto) obligados a marchar a otras tierras a poner en práctica sus conocimientos. Muchas crisis nos rodean, crisis de todo y para todos, menos de recursos de información. Ya en este blog dimos cuenta hace meses de la creación del portal de la Escuela Andaluza de Salud Pública (hoy convertido en toda una base de datos), donde el más y el menos versado en la materia pueden encontrar decenas de documentos que explican el impacto de esta Crisis en nuestra salud y en nuestro cada vez más endeble sistema de salud. El último documento en aparecer en las webs, que confirma que hay crisis de todo menos de inteligencia, de escritura científica y de información, es Crisis (esta  crisis) y salud (nuestra salud), , que el lector puede encontrar en la página de autopublicaciones Bubok. Sus responsables son los médicos (y más que expertos conocedores de la administración pública) Manuel Oñorbe y Fernando Lamata (quien era director de la Escuela Nacional de Sanidad cuando el que suscribe comenzaba en esto de la biblioteconomía sanitaria al frente del servicio de documentación de la Comisión Abril, entonces en instalaciones del Instituto de Salud Carlos III).

CRISIS1Quien quiera conocer quiénes y por qué nos han llevado a esta situación no tiene más que leer las poco más de 200 páginas de este libro y así comprenderá que esta crisis, al contrario de lo que nos han transmitido oficialmente, no ha sido culpa ni del déficit público ni tampoco del excesivo gasto de la administraciones públicas (sino de la necesidad de salvar a las instituciones financieras) y que los excesivos recortes sanitarios y sociales (a cargo de demasiados políticos neoliberales) están afectando no sólo a la atención sanitaria, sino también a la salud de los más débiles. Unas líneas donde no sólo se van desgranando todos los pasos que nos han llevado a esta hecatombe, sino donde también se ofrecen soluciones y alternativas para recuperar y garantizar una buena sanidad pública: universalidad, suficiencia, solidaridad, equidad, reducción/retirada de copagos/prepagos, cartera de servicios o atención centrada en las personas. En un camino que no han recorrido los autores solos, sino que lo han hecho acompañados de otros profesionales que, con sus breves y sensatas colaboraciones,  nos hablan del desempleo de las enfermeras, de la otra privatización sanitaria con la ley de mutuas, de la escasez de información sanitaria actualizada, del impacto en las enfermedades infecciosas, del desempleo y la salud mental, de la percepción de los usuarios o de la información bibliográfica disponible en Internet.

Si alguien sigue pensando aún que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades (mantra oficial)… que lea este libro por segunda vez.

Presentación del libro por sus autores en la Organización Médica Colegial (Madrid), el marte 22 de septiembre. Foto: Rodrigo.

Presentación del libro por sus autores en la Organización Médica Colegial (Madrid), el martes 23 de septiembre. Foto: Rodrigo.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Compulsa va, compulsa viene

muerteburocrataLas vacaciones estivales son el mejor momento para realizar todo aquello que a uno le está vetado durante el año por la vorágine diaria: leer, echarse la siesta, comer con los amigos, relajarse frente a una piscina, tumbarse en una hamaca y ordenar la documentación profesional. Todo lo primero es lo que le pasaría por la cabeza a cualquier mortal (siempre y cuando tenga la bendita suerte de contar con un trabajo bien remunerado y unas vacaciones pagadas, lujos que no están hoy en día al alcance de todos los españoles). Lo último es lo que le ha pasado por la cabeza a la Consejería de Sanidad, publicando el 30 de julio una “Resolución  por la que se dictan instrucciones sobre criterios para nombramiento de personal interino en los centros sanitarios del Servicio Madrileño de Salud”. Sin duda, y dado que muchos sanitarios están disfrutando de sus merecidas vacaciones, es el mejor momento para este tipo de propuestas, pues ¿qué mejor momento que después de un  vermut o de un baño en la playa, o al atardecer frente al mar, para sentarse en la mesa del apartamento de Benidorm a ordenar los papeles de su carrera profesional? Mucho mejor que un viernes después de salir de quirófanos. Está uno relajado, descansado y, lo mejor de todo, tiene mucho tiempo libre por delante para hacerlo.

Al margen de la mayor idoneidad o no de la fecha mencionada (posiblemente, se podrían haber elegido otras fechas vacacionales como la Navidad o la Semana Santa, pero son más breves y, por lo tanto, más estresantes) resulta algo obsoleto que la Administración pública siga proponiendo procesos tan antediluvianos y prehistóricos para la presentación de la documentación a evaluar, al margen de que siguen recuperándose viejas tradiciones demodés como la del ISBN.  Como es preceptivo, y así señala esta Resolución, se valorará en este proceso la experiencia profesional, la formación, la docencia y la investigación; y en el apartado de la investigación es donde aparecen implicadas las bibliotecas, pues los profesionales deberán entregar información sobre sus artículos originales, proyectos de investigación, otros trabajos como revisiones o casos clínicos, capítulos de libros, libros y comunicaciones a congresos. Lo habitual y normal. Con coherencia se ha diferenciado entre investigador principal o colaborador en los proyectos de investigación o se ha considerado únicamente la primera autoría en las presentaciones a congresos (al menos se valora el esfuerzo de tenerlo que presentar en público). Donde quizás se podría haber afinado un poco más es en la valoración de los artículos, ya que no se diferencia entre la supuesta calidad y dificultad de haber publicado en una revista de primer cuartil o haberlo hecho en otra de cuarto cuartil.

Sin embargo, lo que nos ha traído de los nervios y nos ha tenido ocupadas este mes de agosto a muchas bibliotecas madrileñas, a propósito de esta Resolución, ha sido la prehistórica y burocrática manía de solicitar la entrega de la documentación compulsada, de tal forma que en eras de cumplir con esta ancestral tradición hispana ha habido profesionales que han pasado de pie haciendo cola a las puertas de su biblioteca buena parte de sus vacaciones de verano. ¿Cuándo la Administración Sanitaria buscará fórmulas más ágiles? ¿Para cuándo aceptar una declaración jurada del profesional que opta a una plaza detallando todos sus méritos en vez de quinientas fotocopias compulsadas, como ya se hace en la Universidad? O aún mejor, ¿para cuándo un registro nacional de las profesiones sanitarias donde figuren todos los méritos de todos los profesionales? Un registro avalado por el Ministerio y las Consejerías del ramo en el que todas las instituciones implicadas se encargaran de introducir los datos, actualizarlos y velar por su validez. Un registro en el que las Universidades A o B introdujeran la experiencia docente de todos los profesionales sanitarios a su cargo, o los expedientes académicos de sus alumnos. Un registro nacional en el que las sociedades científicas cargaran las comunicaciones y ponencias presentadas en sus congresos nacionales. Un registro nacional en el que las instituciones que impartieran formación depositaran todos los diplomas expedidos con sus horas y créditos correspondientes. Un registro nacional en el que el Instituto Carlos III y otros centros de investigación informaran de los proyectos de investigación aprobados. Un registro nacional en el que las revistas nacionales  introdujeran las referencias bibliográficas de los trabajos en sus páginas publicados. Y un registro nacional en el que las bibliotecas, en compañía de los afectados, complementaran la información incompleta y junto con oficinas de acreditación validaran la información introducida. Si en el ámbito docente, la ANECA tiene un registro de profesionales docentes, ¿cuántas convocatorias más tenemos que esperar para dejar de compulsar durante doce horas seguidas?

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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El mundo al revés

El mundo está loo,loco, loco (1963)

El mundo está loo,loco, loco (1963)

Médicos pagando por operar. Ingenieros por construir puentes y carreteras. Taxistas por llevar pasajeros de una punta a otra de la ciudad. Tenderos por ofrecernos mandarinas y naranjas de Levante. Anticuarios por vendernos un jarrón de la dinastía Ming. Profesores por enseñarnos a leer, a sumar y a restar. Y bibliotecas públicas por prestar libros. Este es el mundo al revés que se nos puede avecinar si prospera el ejemplo del Real Decreto publicado el 1 de agosto de este 2014 acerca de la “remuneración a los autores por el préstamo de sus obras realizados en determinados establecimientos accesibles al público” y que viene a desarrollar lo anunciado por la Ley de la Lectura, del Libro y de las Bibliotecas, que data del 2007. La hipótesis es sencilla: las bibliotecas públicas, con sus préstamos, reducen los ingresos de los autores. ¿No será al revés? ¿No será más bien que las bibliotecas, en muchas ocasiones, den publicidad a más de un autor que ni siquiera el lector más asiduo de la biblioteca supiera que existía? ¿No incitan las bibliotecas públicas a leer y no facilitan la lectura a quienes no tienen o no pueden tener libros en las estanterías de su casa? Aunque en principio este despropósito sólo parece afectar a las bibliotecas públicas, acordándome del tan manido y trillado texto atribuido a Brecht (aunque en verdad es del pastor protestante Martin Niemöller), es posible que pronto vengan a por el resto de bibliotecas (abierto el melón….). Parece ser que las especializadas nos salvamos por aquello de “con finalidad de investigación”.  (¿Sería una solución que los lectores de las públicas afirmaran necesitar el libro prestado para una investigación?). No está de más que, de una forma u otra, echemos una mano, al menos quejándonos de este desatino tal y como está formulado pues si bien el canon no va a repercutir directamente en el bolsillo del usuario que se lleva un libro prestado a casa si lo  va a hacer en los ya menguadísimos presupuestos de las bibliotecas, que tendrán que retrotraer partidas de sus presupuestos para pagar este canon y además financiar la reconversión de sus programas informáticos para identificar los préstamos sujetos a este canon.

Sea como fuere, parece todo un despropósito este decreto que carga contra los más débiles,  por mucho que los autores tengan todos sus derechos a ser remunerados por haber escrito una oba. (¿Cómo escribir si no en un país donde se piratea de lo lindo?). Pero para vestir a un santo (y eso que soy laico) no es necesario desvestir a otro. Si la función de las bibliotecas públicas es difundir la cultura, conservarla, apoyar e incitar a la lectura ¿por qué penalizar esas funciones? ¿No debería ser justo al revés, que el Estado pagara un canon a cada biblioteca cuando ésta ha prestado un libro, cuando en ella se ha leído un libro en su sala de lectura, cuando en ella se ha organizado un club de lectura? Ríos de tinta en la red han corrido desde este 1 de agosto (y eso que medio país estaba de vacaciones), pero para ahorraros tiempo, nada mejor que el texto escrito por José Antonio Merlo (a quien tuvimos oportunidad de oír en la clausura de nuestras Jornadas de Cádiz 2011), “La sinrazón del canon por el préstamo bibliotecario”, en el que después de ir desgranando con mucho conocimiento de causa, muchas lectura y mucha lógica una serie de argumentos en contra de la formulación actual de este decreto, concluye de forma contundente afirmando que:

1.- El sistema es injusto, porque cobra por promover la cultura
2.- El sistema es inadecuado, porque no beneficia a los autores
3.- El sistema es ilícito, porque permite recaudar sin derechos
4.- El sistema es arbitrario, porque no se ajusta a indicadores reales
5.- El sistema es antisocial, porque resta financiación a un servicio público
6.- El sistema es erróneo, porque se basa en planteamientos falsos
7.- El sistema es absurdo, porque penaliza a quienes mejor hacer su trabajo
8.- El sistema es desproporcionado, porque vuelve a cobrar por derechos ya pagados
9.- El sistema es insidioso, porque se establece con intereses particulares
10.- El sistema es pernicioso, porque ataca a las bibliotecas públicas

Se podría decir MÁS ALTO, pero nunca más claro. Por si acaso prospera esta propuesta demencial (y seguro que lo hará en este mundo gobernado por neoliberale$$$$), yo empezaré ya a cobrar un canon a mi cuñado cuando se lleve un libro de casa y al señor que de reojo va leyendo mi periódico en el asiento de mi derecha, todas las mañanas,  en el mismo vagón del metro. Y, por si acaso, voy a cobrarme yo mismo un canon por cada libro que vaya releyendo de los que ya compré hace años, leí en su momento, coloqué ordenadamente en el salón, y ahora me apetece volver a recrearme con él. Es, lo que dicen, curarse en salud.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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Ya no quiero publicar en el NEJM

CAMPEONAhora quiero ser como Berindan-Neagoe, como Twillman, como Barton, como Skolanus, como DeSantis y publicar en CA. No, no se trata de escribir para los catálogos de ropa de unos grandes almacenes y que el verano me haya trastornado irremisiblemente (que quizás también). Se trata de escribir para CA – A Cancer Journal for Clinicians, una revista editada desde 1950 por la American Cancer Society. Ya lo sé que no soy médico y que tampoco tengo los conocimientos ni las lenguas suficientes para publicar en esta revista, pero otros tampoco son médicos ni tienen raciocinio suficiente ni don de idiomas y llegan a presidentes de gobiernos nacionales, autonómicos y hasta a las alcaldías, así que no pierdo la esperanza. La razón de tal cambio de opinión no reside sólo en que la naturaleza humana  (y más la mía) sea demasiado voluble (¿cómo es posible que lleve décadas queriendo publicar un artículo en NEJM –aunque aún no me haya puesto a escribirlo- y ahora ya no lo desee de un día para otro?  La razón de este cambio hay que buscarla en nuestro amigo el Journal Citations Report (que, por cierto, este año  el muy perezoso retrasó su salida al mundanal ruido hasta los primeros días de agosto, con varios de nuestros usuarios mordiéndose las uñas a la espera de su veredicto). Como cada año, ya nos hemos puesto a trabajar cuantificando la producción de nuestros usuarios, nuestros grupos de investigación y nuestro centro, midiendo sisas y tallando mangas, comparando y sumando…. deseando, como cada año, publicar en una de las revistas de mayor difusión y comprobando que lo de CA no era una burbuja bibliométrica y que de nuevo este año alcanzaba un FI estratosférico. ¿Por qué publicar entonces en NEJM cuando CA vale tres veces más? Desde hace cuatro o cinco años se ha ido colando como un fórmula 1 en el primer puesto del ránking de salud esta revista de oncología que ha superado por el carril de la izquierda, y con creces, el FI del NEJM. En este recién JCR de 2013 figura con un FI de 162,500 (publicar en CA y retirarse a la isla de Capri, vamos), con la mágica cifra de tan sólo 25 artículos publicados al año (pero es que en 2102 alcanzaba 153,459; en 2011, 101,780; en 2010, 94,333; y en 2009, 87,925). Todo un acelerón, que ni Marc Márquez. Y una mina para sus responsables, que sólo tienen  que editar unos 20 trabajos cada año (aunque seguro que tienen que revisar y rechazar miles y miles de ellos). Todo un éxito editorial, al menos desde el punto de vista bibliométrico, al alcance sólo de unos pocos. O quizás por eso.

(Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista)

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PubMed 2.0

la-red-socialSe han tomado su tiempo, pero una vez que han cogido carrerilla, los responsables de PubMed parecen decididos a transformar todo un clásico de las bases de datos en una herramienta además inmersa en la vorágine de las redes sociales. La única inicativa que se les conocía de socializar su información era el sistema de alertas, que permitía al usuario recibir información de las últimos artículos públicados en una revista o relacionados con una materia determinada, hasta que hace unos meses abrieron la espita con la función “PubMed Commons”, que admitía insertar comentarios en las referencias para enriquecer los contenidos. Y ahora, como ya nos han adelantado blogs como el de la Biblioteca del Hospital de Getafe (Concepción Campos) con su entrada “PubMed y las redes sociales” , o el de Píldoras de Saludteca, “PubMed permite ya compartir los artículos en Facebook, Twitter y Google+”, y como ha tuiteado al quite Juan Medino, de la Biblioteca del Hospital Universitario de Fuenlabrada, PubMed se lanza al mundo de la web 2.0. En un principio (y el caso es empezar), con la inserción, en la parte inferior de cada referencia bibliográfica en formato «abstract», de los iconos de algunos de los más reconocidos recursos de las redes sociales, como son twitter, facebook y google+.

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De momento, nos libramos del “Me gusta” y de las estrellitas, iconos que podrían dar pie para encontrarnos un lógico “Me gusta” en el último artículo de NEJM o cinco estrellitas en el artículo más reciente de Medicina Clínica…

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…pero también un rotundo “No me gusta” en nuestro artículo de manos de un competidor en la carrera profesional por una jefatura de servicio o por un puesto docente.

Estos tres iconos tan reconocibles que se han colado por entre las rendijas de las referencias bibliográficas son a todas luces una puesta a punto de los sistemas de alertas clásicos de PubMed y permiten no pocas posibilidades a las bibliotecas, entre ellas las de difundir, por ejemplo, a través de sus cuentas en facebook o twitter, la producción cientíifica del centro, información que podrá llegar con mayor inmediatez si cabe a los interesados. O, por ejemplo, colaborar con los diferentes servicios hospitalarios, participando en sus propias cuentas sociales para subir a facebook o tuitear cada nueva referencia bibliográfica publicada en PubMed y relacionada con su propia producción.

Dentro de unos meses, al igual que ya se ha incorporado en Filtros la posibilidad de acotar las búsquedas mediante “PubMed Commons” quizás podamos seleccionar nuestra búsqueda en función de criterios como los más tuiteados, los más visibles en facebook o los más mencionados en google+. Y quizás también, no dentro de mucho, cambien algunos criterios de los CV y ya no sólo se considere como un mérito que nuestro artículo haya sido publicado en una revista indexada en una base de datos internacional, sino también (al igual que con el número de citas) que se contemple como un nuevo ítem el número de menciones en twitter, en facebook o google+.  Y quizás, rizando el rizando, veamos nuevos índices T, F o G en función de las menciones de nuestros trabajos en estos recursos.

Es cierto que una mención en twitter no presupone ni haber leído ni haber destripado un artículo, tan sólo una llamada de atención o un aviso de que un determinado artículo tiene cierto interés. Pero, así mismo también es cierto que una cita en un artículo no presupone haberlo leído (no pocas veces se citan a ciegas los trabajos clásicos porque qué menos, o se redacta la bibliografía al peso o…) y hasta que no se incluya en el propio artículo una nota al pie de página indicando el párrafo exacto que se ha utilizado como bibliografía siempre nos quedará la duda de la si el artículo citado ha sido realmente leído o se ha citado de oídas.

Mientras tanto, ya tenemos tarea todas las mañanas retuitendo, facebokeando y googleandoplus aquello que consideremos que puede interesar a nuestros usuarios… hasta que estos se harten. O a lo mejor les oímos tan felices comentar en la cafetería del centro que tienen un índice H de 7, que han recibido 528 tuits y que tienen un índice F (de facebook) de 12. Y esto sólo es el comienzo hasta que veamos, en la parte inferior de cada referencia de PubMed, un enjambre de iconos que asuste al más pìntado.

puibmed20-3

Entonces sí que necesitaremos un buen cola-cao para comenzar las mañanas, o una tila bien cargadita.

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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Todo en orden

ysiListas, listas, listas… Cada uno tiene la suya… las mejores novelas, las gasolineras más baratas, las mejores películas de cine negro, las ciudades más caras… Listas subjetivas y personales. Y cada cual consulta las listas, supuestamente más objetivas, que otros elaboran en nuestra ayuda: los cien mejores hospitales, las universidades más académicas o las revistas con mayor calidad (¿que son las de mayor impacto? quizás sí, quizás no).

Google Scholar Metrics acaba de publicar su último Informe 2014, del que ha dado cumplida cuenta Emilio Delgado López-Cózar en un estudio en el que presenta las principales características de este último ránking de publicaciones científicas (Google Scholar Metrics 2014: una herramienta bibliométrica «low cost»). Como viene siendo habitual en estas relaciones, las ciencias médicas salen bastante bien paradas, pues, por ejemplo, entre las diez primeras revistas en inglés (relación liderada por Nature) figuran cinco revistas de las habituales en estos “saraos”: New England (con un índice H de 329, o sea, 329 artículos con más de 329 citas), Lancet, Cell, Journal of Clinical Oncology y PNAS, seguidas luego por JAMA en el puesto 12. Se echa de menos en mejor posición títulos que nos sabemos de memoria, como el Annals of Internal Medicine o el BMJ.

Título  / Índice H
1.- The New England Journal of Medicine / 329
2.- The Lancet / 248
3.- Cell / 223
4.- Proceedings of the National Academy of Sciences / 217
5.- Journal of Clinical Oncology / 205
6.- Nature Genetics / 188
7.- JAMA / 181
8.- Circulation / 178
9.- Journal of the American College of Cardiology / 162
10.- Blood / 156
11.- PLoS ONE / 148
12.- Nature Medicine / 146
13.- Nature Reviews Cancer / 135
14.- Neuron / 135
15.- British Medical Journal / 133
16.- Cancer Research / 133
17.- The Journal of Clinical Investigation / 133
18.- The Cochrane Database of Systematic Reviews / 132
19.- Gastroenterology / 132
20.- Nature Immunology / 129

Hasta ahora, solíamos recurrir con más frecuencia de la necesaria al JCR para evaluar las revistas que suscribir, para evaluar nuestra colección y erróneamente para evaluar el CV de nuestros usuarios. Así, nos sabíamos casi de memoria los primeros veinte títulos de ciencias de la salud según su factor de impacto (2012):

Título / FI
1.- CA-CANCER J CLIN / 153,459
2.- NEW ENGL J MED / 51,658
3.- NAT REV GENET / 41,063
4.- LANCET / 39,060
5.- ANNU REV IMMUNOL/ 36.556
6.- NAT GENET / 35,209
7.- NAT REV CANCER / 35,000
8.- NAT REV IMMUNOL / 33,129
9.- NAT REV DRUG DISCOV / 33,078
10.- CELL / 31,957
11.- NAT REV NEUROSCI / 31,673
12.- PHYSIOL REV / 30,174
13.- JAMA-J AM MED ASSOC / 29.978
14.- NAT IMMUNOL/ 26,199
15.- ANNU REV PATHOL-MECH / 25,794
16.- CELL STEM CELL / 25,315
17.- LANCET ONCOL / 25,117
18.- CANCER CELL / 24,755
19.- NAT MED / 24,302
20.- LANCET NEUROL / 23,917

Combinando ambas relaciones, tendríamos una nueva lista con 32 revistas. ¿Por qué no nos quedamos con ésta, con lo mejor de cada casa?. Así, podríamos ofrecerlas ordenadas según GSM o, si queremos (segunda columna), según JCR.

1.- New Engl J Med / 329 —– CA-Cancer J Clin / 153,459
2.- Lancet / 248 —– New Engl J Med / 51,658
3.- Cell / 223 —– Nat Rev Genet / 41,063
4.- PNAS / 217 —– Lancet / 39,06
5.- J Clin Oncol / 205 —– Annu Rev Immunol / 36,556
6.- Nat Genet / 188 —– Nat Genet / 35,209
7.- JAMA / 181 —– Nat Rev Cancer / 35,000
8.- Circulation / 178 —– Cell / 34,366
9.- J Am Coll Cardiol / 162 —– Nat Rev Immunol / 33.129
10.- Blood / 156 —– Nat Rev Drug Discov / 33,078
11.- PLoS ONE / 148 —– Nat Rev Neurosci / 31,673
12.- Nat Med / 146 —– Physiol Rev / 30,174
13.- Nat Rev Cancer / 135 —– JAMA / 29,978
14.- Neuron / 135 —– Nat Immunol / 26,199
15.- BMJ / 133 —– Annu Rev Pathol Mech / 25,794
16.- Cancer Res / 133 —– Cell Stem Cell / 25,315
17.- J Clin Inves / 133 —– Lancet Oncol / 25,117
18.- Gastroenterology / 132 —– Cancer Cell / 24,755
19.- Cochrane Database SR / 132 —– Nat Med / 24,302
20.- Nat Immunol / 129 —– Lancet Nweurol / 23,917
21.- Nat Rev Genet / 129 —– J Clin Oncol / 18,038
22.- Lancet Oncol / 128 —– BMJ / 17,215
23.- Nat Rev Immunol / 126 —– Neuron / 15,766
24.- Cell Stem Cell / 121 —– PLoS ONE / 15,253
25.- Lancet Neurol / 119 —– Circulation / 15,202
26.- Nat Rev Neurosci / 119 —– J Am Coll Cardiol / 14,086
27.- Cancer Cell / 112 —– Gastroenterology / 12,821
28.- Physiol Rev / 83v —– J Clin Inves / 12,812
29.- Annu Rev Immunol / 71 —– PNAS / 9,737
30.- Nat Rev Drug Discov / 11 —– Blood / 9,06
31.- Annu Rev Pathol Mech / — —– Cancer Res / 8,65
32.- CA-Cancer J Clin / — —– Cochrane Database SR / 5,785

Un verdadero galimatías. Ahora, ¿y si diéramos 1 punto a cada revista en función de su posición en el ránking? Esto es, a la última 1 punto, a la penúltima 2 y así hasta la primera, que tendría 32 por ser la «one» de una lista de 32 revistas. De esta forma, podríamos combinar ambas relaciones en una sola, obteniendo una nueva propuesta de orden:

New Engl J Med = 63
Lancet = 60
Cell = 55
Nat Genet = 54
JAMA = 46
Nat Rev Cancer = 46
Nat Rev Genet = 42
J Clin Oncol = 40
Nat Med = 35
Nat Rev Immunol = 34
CA – Cancer J Clin = 33
Circulation = 33
PNAS = 33
Annu Rev Immunol = 32
NAT IMMUNOL= 32
J Am Coll Cardiol = 31
PLoS ONE = 31
Nat Rev Neurosci = 30
BMJ = 29
Neuron = 29
Lancet Oncol = 27
Blood = 26
Cell Stem Cell = 26
Nat Rev Drug Discov = 26
Physiol Rev = 26
Cancer Cell = 21
Gastroenterology = 21
Lancet Neurol = 21
J Clin Inves = 21
Annu Rev Pathol = 20
Cancer Research = 19
Cochrane Database SR = 15

Un problema (¿o varios?) El principal, que tan sólo se tiene en cuenta su orden y no el verdadero valor (del índice H o del FI), que han condicionado tal situación y tal orden. De tal forma que si pudiéramos ponderar por la cuenta de la vieja (por ejemplo, a CA con un FI de 153,459, le correspondería un valor de 100, y a NEJM con un FI de 51,659 le correspondería proporcionalmente un valor tres veces menor; o a NEJM, por ejemplo,  le correspondería un valor de 100 por tener el mayor índice H de GSM, ya las demás un valor proprocional). Combinando ambas ponderaciones tendríamos una nueva lista (por listas que no quede), y de esta forma tendríamos completa la entrada de este blog de este martes, con una nueva relación de 20 revistas:

1.- New Engl J Med = 133,662
2.- Lancet = 100,832
3.- CA – Cancer J Clin = 100
4.- Cell = 90,175
5.- Nat Genet = 80,086
6.- JAMA = 74,550
7.- J Clin Oncol = 74,064
8.- Nat Rev Genet = 65,968
9.- Circulation = 64,009
10.- Nat Rev Cancer = 63,840
11.- Nat Med = 60,213
12.- Nat rev Immunol 59,886
13.- J Am Coll Cardiol = 58,419
14.- Nat rev Neurosci = 56,809
15.- Nat Imunol = 56,282
16.- Lancet Oncol = 55,273
17.- PLoS ONE = 54,924
18.- Blood = 53,320
19.- Cell Stenm Cell = 53,274
20.- Lancet Neurol = 51,755

Esto es tan sólo es un juego, en el que según vayamos incluyendo más o menos ingredientes, nuestras relaciones se irán moviendo, como las clasificaciones de fútbol a medida que se van celebrando partidos, y según consideremos goles a favor, goles en contra, puntos ganados en casa o puntos ganados fuera. Lógicamente, si pudiéramos cotejar todas las revistas de salud contempladas en GSM, junto con las contempladas en el JCR o en Scimago podríamos tener otra visión (siempre ajustada a los títulos que unas y otras incluyen). Esto es lo mismo que los cuartiles, que cada uno escoja el que mejor le sitúa, barriendo siempre para casa. Porque lo que está claro es que, según unos parámetros u otros, nuestra revista y, en definitiva, nuestra publicación saldrá mejor o peor parada. También parece claro (aunque tardemos años en verlo) que el monopolio del JCR parece ir teniendo fin y que las instituciones oficiales, aquejadas de impactolatría, deberían de ir pensando también en incorporar otros indicadores (¿Google Scholar Metrics?¿Scimago?) a la evaluación de los CV de investigadores y docentes. En definitiva, todo este galimatías y estas cifras me han servido para desentumecer mi Excel, que andaba un tanto anquilosado los últimos meses, y para cumplir una semana más mi propósito de no dejar anquilosado tampoco el teclado de mi ordenador.

Por José Manuel Estrada Lorenzo. Bibliotecario y documentalista

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La solución no es Calimero

calimeroNo por mucho llorar amanece más temprano. Creo que no es así el refrán, pero podría servirnos. Amanece según la situación astronómica de nuestro mundo en nuestro universo (ése del que andamos buscando el origen para entender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos). Y llevamos llorado mucho, pero para lo que nos ha servido…. Hemos llorado porque no nos entienden y para demandar recursos y soluciones. Hace mucho ya nos dimos cuenta que con los lloros no íbamos a ninguna parte, así que nos pusimos a avanzar. Señales de los avances en las bibliotecas de salud han sido reseñados en estas páginas con cierta frecuencia (muchos de ellos recordados en unos premios másn que informales que se anuncian en primavera en este blog) y avances hemos visto crecer en todas nuestras XV Jornadas de Bibliotecas de Salud. Sin ir más lejos, en las últimas, celebradas en Madrid, los Grupos de Trabajo fueron una señal de que el movimiento se demuestra andando. En uno de ellos, el del “selfie” no duramos llorando ni dos minutos para acto seguido entregarnos a diseñar líneas de trabajo y necesidades de desarrollo.  Quietos no hemos estado nunca, salvo cuando estamos sentados ante nuestro ordenador catalogando. Útiles a nuestros usuarios sabemos que lo somos… e incluso útiles a la sociedad. Sin embargo, tenemos la sensación a diario de que corremos peligro. Un serio peligro. No es otro el tema que el del reconocimiento social, pues el profesional parece que ya lo tenemos. Un reconocimiento social del que habla una bibliotecaria que ha sido todo y sigue dándonos ejemplo desde FESABID España, Margarita Taladriz, que acaba de publicar una más que interesante reflexión en la revista BID: “Gestores de información y reconocimiento social” (nº 32, junio 2014).

bid

Comienza su artículo mencionando las dos formas habituales para la consecución del prestigio: por atribución y por logro. El primero nos viene asignado, el segundo hay que ganárselo en el día a día para conseguir el reconocimiento de la sociedad. Y con ese reconocimiento parece que contamos, como atestigua uno de los últimos estudios realizados por FESABID sobre el valor económico y social de los servicios de información.  No obstante, existe una neta diferencia entre la percepción que tienen los usuarios y la que tienen los profesionales de las bibliotecas, y la autora lo atribuye al aislamiento en que las bibliotecarias vivimos, centradas en nuestra biblioteca y ajenas en muchas ocasiones al devenir de nuestra institución y a las posibilidades de participación en la misma. Margarita Taladrizz aporta algunas ideas: “Hay ejemplos en las diferentes administraciones en los que el archivo, la biblioteca o el centro de documentación son capaces de posicionarse en el eje de la institución y poner a disposición de ésta su capacidad para llevar adelante su proyecto de administración electrónica; gestionar los contenidos web de toda la institución; colaborar en la gestión de sexenios de investigación, proporcionando al investigador la información necesaria para cumplir con ese trámite administrativo; apoyar a los usuarios de las bibliotecas públicas en la búsqueda de empleo, en mejorar sus capacidades tecnológicas o en facilitar sus relaciones con la administración, en la formación formal e informal, etc. Demostrar esa capacidad real para hacer cosas diferentes de las que se han venido haciendo, para incorporar innovación y tecnología, y para asumir proyectos cooperativos interdisciplinarios es una de las vías para subir el nivel general y la autoestima individual”. Ni más ni menos que lo que ya se está haciendo en algunas bibliotecas de salud (colaboración en proyectos de investigación, creación de repositorios, ayuda en la creación de CV…) y que debería de ser generalizado si el SOD no asumiera buena parte de nuestras energías en muchas de nuestras bibliotecas (y si no enturbiera nuestras entenderas haciéndonos creer que ésta es y debería ser nuestra única ocupación bibliotecaria).

Aporta soluciones la autora: mayor formación en áreas como liderazgo y habilidades de comunicación, salir del “círculo de comodidad” diario e interrelacionarse con otros perfiles profesionales, modernizar nuestras técnicas y tecnologías, y participar en proyectos cooperativos. Y termina con una buena recomendación, que viniendo de alguien con reconocimiento social por asignación y por logro, no deberíamos olvidar: “Los servicios de información sólo adquirirán el reconocimiento de la sociedad cuando los propios profesionales sean los primeros en valorar su trabajo, defenderlo, mejorarlo; en ofrecer su conocimiento como gestores de información, no solo a los usuarios, sino a las propias instituciones, a las organizaciones del entorno, a otras áreas profesionales…”. Haciendo suyas unas palabras de Alex Byrne de 2009, nos conmina a salir del cascarón ya o ya: «Para evitar el fin de la profesión, necesitamos aferrarnos a nuestros valores, a nuestra ética profesional, ya que somos una de las profesiones que tenemos la perspectiva sobre la necesidad de preservar y hacer disponible, sin prejuicios, el conocimiento del pasado, el presente y el futuro. Necesitamos situar esos valores en este mundo de la información sin fronteras, en el que no nos podemos esconder en nuestras instituciones, sino que debemos caminar por la senda de la innovación y el desarrollo.”

En salud no vamos tan desencaminados. En Bibliosalud2014 lo hemos podido comprobar con el trabajo de todos. Tan sólo nos falta a muchos entender que podemos (y debemos) hacer más cosas que el préstamo interbibliotecario. En algunas bibliotecas (en muchas ya, diría yo) ya se hace. Sigamos su ejemplo.

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y Documentalista

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¿Qué hace un gif en mi biblioteca?

Un yanqui en la corte del rey Arturo (1949)

Un yanqui en la corte del rey Arturo (1949)

Hay muchas cosas fuera de contexto en una biblioteca, como las hay en cualquier casa, empezando por el pisapapepeles que nos regalaron en un congreso y terminando por la décima edición impresa del Harrison (cuando además lo tenemos online). Por no hablar de la banqueta desvencijada y apartada en un rincón (a la que tenemos mucho cariño), el teclado al que se le han borrado las teclas o la lámpara fundida que nadie se quiere llevar. O un buen puñado de gifs que un día entraron por la pantalla del ordenador para quedarse, y que uno no sabe qué hacer con ellos. Aunque, bien pensado, siempre se les puede buscar alguna utilidad. Quizás nos puedan servir para explicar nuestros servicios y funciones a nuestros usuarios de una forma más gráfica.

Por ejemplo, cómo funciona nuestro servicio automatizado de préstamo de libros.

alone animated GIFFuente: www.gifbay.com, consultado a través de giphy.com

O nos pueden ser útiles para educarles en la correcta manera de colocar un libro una vez que lo han consultado y leído.

hateplow animated GIFFuente: hateplow.tumblr.com, consultado a través de giphy.com

Porque si no lo dejan bien colocado, en el lugar oportuno que indica su signatura,  otros usuarios pueden llevarse desagradables sorpresas cuando estén buscando, sin ir más lejos, la última edición del Sobota.

woman animated GIFFuente: www.tumblr.com, consultado a través de giphy.com

No obstante, todo error de colocación tarde o temprano tiene su solución, y por no encontrar un libro desubicado nadie debería de pagarlo con el personal de la biblioteca.

zombie animated GIFFuente: gamerswwag.tumblr.com, consultado a través de giphy.com

Y, efectivamente, aunque sea un tópico eso de la paz y la tranquilidad de una biblioteca… ésta también puede ser un lugar peligroso… Por ello no sobran las medidas educativas, que al igual que en las obras públicas, aconsejen el casco u otros dispositivos preventivos… por el bien de la integridad físican de nuestros usuarios.robert pattinson animated GIFFuente: our–graphics.tumblr.com, consultado a través de giphy.com

Los gifs animados pueden así mismo servirnos para explicar a los usuarios que no es conveniente (pues molestan a los vecinos), que monten el numerito en la sala de consulta, por mucho que hayan encontrado en pantalla el artículo que buscaban o le hayan admitido a uno en un curso especializado de búsquedas bibliográficas.

library animated GIFFuente: www.reddit.com, consultado a través de giphy.com

Y que si insisten en su actitud díscola, pueden acabar así…

library animated GIFFuente: www.gifbay.com, consultado a través de giphy.com

O concienciarlos para que comprendan que ni es justo ni prudente que se pongan hechos unos basiliscos cuando el libro que piden ya ha sido prestado a otro usuario.

ghost animated GIFFuente: www.reddit.com, consultado a través de giphy.com

O para alertarlos que si ven a un payaso en la biblioteca, por su bien, no le dejen entrar, aunque sepan fehacientemente que es un cuentacuentos, porque éste la puede liar parda.

balloons animated GIFFuente: www.gifbay.com, consultado a través de giphy.com

Y que, en cualquier caso, no merece la pena que se entristezca, que mañana volveremos a abrir, como todos los días de la semana, y podremos entonces volver a prestarle el mismo libro, en la misma mesa y en las mismas condiciones.

community animated GIFFuente: http://whatthewhat-peaceout.tumblr.com/post/37454783731/when-i-try-to-comfort-my-roommate-when-shes-studying, consultado a través de giphy.com

Por José Manuel Estrada. Bibliotecario y documentalista

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